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—Habéis llegado a la conclusión de que me voy a casar con San, ¿por qué exactamente?—pregunté levantándome de la silla.

Tras atrapar a todos los infiltrados hubo varios rumores en la ciudad. Todos ponían en cuestión la legitimidad de los príncipes ya que no confirmaban ni negaban si el Rey era el verdadero Rey. Al final todo se estaba yendo de control por no hablar y aclarar las cosas; todo por el orgullo del Rey actual. Solo tenía que decir la verdad, no pasaría nada porque Jungkook estaba listo para ocupar su lugar pero, claro, ese orgulloso falso Kerel no renunciaría al poder; se aferraría al mismo hasta el final.

—Siéntese—dijo el Rey con una pequeña sonrisa en el rostro—Así volvería todo a ser como debe ser, sangre de ambos reinos.

Mientras en las afueras de la pequeña muralla de palacio surgía el caos al no saber en quién confiar, en palacio no sabíamos ni cual era el objetivo del Rey; estábamos en las mismas. De hecho, estar en palacio era peligroso.

—¿El heredero no era Jungkook?—preguntó mi padre levantando una ceja.

Había dos opciones, cada cual más retorcida que la anterior. A simple vista parecía que el Rey trataba de evitar que nosotros llegaramos a gobernar y tener el poder en la línea de sucesión de la corona. La segunda era más retorcida y sin ver el favoritismo del Rey nadie la lograría sacar; trataba de dar el trono a San en vez de a Jungkook. Si me casaba con San y luego decían que nuestra descendencia sería de nuevo de la sangre real no habría de otra que colocarnos como los Reyes del Reino de Alzia independientemente de la línea de herencia y seguramente el Rey seguiría gobernado al tener a San comiendo de la palma de su mano.

La situación era complicada, más que cuando me tuve que enfrentar a tres lobos en el bosque cuando oscurecía; salí ilesa por suerte. Jungkook asesinaba con la mirada a su hermano mientras que este sonreía ampliamente,  mi padre y el Rey echando fuego por los ojos, la Reina miraba sus uñas y mi hermano dormido en la mesa igual que el menor de los príncipes; ¿Cuándo se durmió? ¡Se supone que tenía que ayudarme a ir en contra de todo esto! Lo desperté dando dos golpes a la mesa, parecía desubicado pero no tanto como el resto de la mesa tras las palabras de Jungkook.

—¿Y si yo decido casarme con ella?—preguntó Jungkook desviando la vista a su padre.

Hubo un increíble silencio en la sala, al parecer nadie tenía nada que decir o nadie se esperaba tales palabras de Jungkook. El mayor de los Jeon me miró de reojo antes de sonreír a su padre; pude ver como la gota de sudor caía por la frente del Rey.

—¿No preferirías casarte con alguien a quien quieras de verdad?—preguntó el Rey moviendo los dedos nervioso.

Querer, ¿Cómo yo salir de allí? ¿Como yo quería a mi familia? No entendía el significado exacto de esa palabra. Era compleja, sabía que no era lo mismo el querer a alguien que querer algo, pero tampoco sabía medir el querer. ¿Cómo explicarlo? ¿Quería más a mi padre o a mi hermano? ¿Eso se podía medir?

No sabía cual era el plan del Rey, pero ambas retorcidas ideas se desecharían si yo me casaba con...Jungkook. Yo con Jungkook...

Me lo imaginé, al detalle.

Aunque la idea me fascinaba, algo me inquietaba de esa posibilidad; tal vez la responsabilidad que eso conllevaba. Se suponía que era una simple cazadora del bosque que vivía aislada del mundo, ¿Cómo podría ser Reina? Era absurdo. No podría llevar por buen camino a un reino entero si no sabía ni cómo salir de aquel lío con mi familia. Ser Reina no estaba hecho para mí, y mucho menos aparentar serlo.

—Me gustan sus labios, son esponjosos y saben a moras—dijo antes de lamerse los labios.

Mierda, Jungkook, ¿Qué cervatillos estás diciendo? ¿Se te cayó una rama en la cabeza al nacer? ¿Cómo se le ocurrió decir eso?

—¿Cómo sabes...?—San no terminó la pregunta siquiera.

Todos me miraron, seguro estaba roja como un tomate. Jungkook me sonreía ladinamente me enseñó el pulgar; él trataba de chafar el plan de su padre, era eso, ¿no? No estaría haciendo eso para evitar que yo me casara con San... Jungkook se preocupaba siempre por el reino; como si Jungkook realmente quisiera casarse con una pelirroja rebelde que lo único que hace bien es desobedecer y el arte del arco...

Mi padre y el Rey abrían los ojos sorprendidos, inauditos. Tragué en seco y desvíe la mirada al cuadro familiar de la realeza que se encontraba a la izquierda. No sabía si juntarme mediante el matrimonio con la realeza sería adecuado, no estaba preparada para encontrarme cuadros como ese conmigo pintada. Mi padre se levantó de la silla llevándose las miradas que antes estaban en mí.

—Lo que he entendido es que mi hija se casará con uno de ellos dos—dijo mi padre señalando a los dos príncipes mayores—Y se ha besado con Jungkook.

El Rey asintió aún asesinando con la mirada a su hijo mayor, este parecía estar complacido de haber sacado de quicio a su padre.

—Se casará con San, fin.

—Creo que mi hermana tiene derecho a elegir si quiere a San o a Jungkook, al fin y al cabo se va a casar ella y parece que los dos príncipes están entusiasmados de tener como esposa a esta mocosa—me señaló con una mueca.

El Rey fue a levantarse envuelto en ira, pero su mujer intervino por primera vez en esa reunión diciendo que le parecía correcto. Se levantó de la silla sonriente.

—Tienes dos semanas para decidirte.

La Reina salió de la habitación seguida del Rey que gritaba a su esposa de todo. Tragué en seco y me levanté de la mesa con la cabeza hecha un lío.

—Tengo clases de no sé qué mierda—dije yendo hacia la puerta, la cerré tras de mí, escuché la escandalosa risa de mi padre mezclada con la de Jungkook.

Dos semanas...

Llamé a la puerta y fingí una sonrisa al ver que era de modales. Odiaba mi nueva vida. Serían las ocho de la noche cuando salí de palacio al anochecer. Trataba de que no me vieran en ningún momento, tenía planeado ir al bosque a correr y cazar algo; simplemente para desahogarme. Necesitaba volver por unos minutos a mi vida de antes.

En el momento en que sentí la brisa y el sonido de la tierra seca al pisarla con las botas no dude en echarme a correr. Corría esquivando árboles y gritando para liberar el estrés que tenía desde hacía unos cuántos días; si algún animal salvaje decidía atacarme incluso lo agradecería. La vida en palacio era agetreada, lo único que realmente me agradaba era todo lo relacionado a Lein y Jungkook, sobretodo este último; sentir sus brazos en mi cintura aunque el creyera que estaba dormida, las charlas nocturnas, escapadas al bosque... A lo mejor me estaba encariñado demasiado con aquel chico, a veces era muy controlador, pero también me decía cosas bonitas y trataba de hacerme la estancia lo más amena posible ya fuera con prácticas de arco o en el jardín hablando de las flores de este mismo lugar. San también había estado raro conmigo, me hacía cumplidos y me preguntaba curioso por mi vida anterior a entrar allí, aunque todo acababa con que Jungkook era mala influencia. También me hacía pequeños regalos lujosos que en realidad no necesitaba pero no sabía negarme tampoco, por ejemplo un par de anillos que llevaba puestos. Mi hermano parecía un príncipe más, supongo que su alto ego le facilitó las cosas de alguna manera. No lo veía mucho, desaparecía con San y sólo me lo encontraba por los pasillos cuando iba a alguna clase; extrañaba las conversaciones que teníamos antes.

Me senté en la roca frente al lago, la misma en la que nos cazaron a mi hermano y a mí en una postura comprometida. Echaba de menos mi vida anterior y eso que solo llevaba ¿Dos meses? allí. El agua del lago estaba calmada, solo se movía ligeramente por la leve brisa de la noche. Cerré los ojos sintiendo como mis pequeñas ondulaciones se movían por el viento. Sonreí al recordar a mi padre tirándome en aquel lago cuando era más pequeña. Luego a mi hermano y yo en el agua y por último el día que nos cazaron allí mismo.

Renunciar a mi vida anterior, no estaba preparada para eso aún.

—Sabía que estarías aquí.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now