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—Pro-procreando—murmuré avergonzada.

Esa palabra sí la conocía, los libros de ciencia animal que había leído a lo largo de mi vida hablaba de la reproducción de los animales. Mi hermano y yo los leíamos casi todos los días cuando éramos algo más pequeños.

—Tú—me agarró de la barbilla para que dejara de desviar la vista—sientes la necesidad de-

—Ya lo entendí —dije sonrojada como un tomate de los del huerto.

Nunca se me había pasado por la cabeza nada de ese tema, ni siquiera entendía con exactitud cómo funcionaba. Me sabía lo básico, al fin y al cabo la reproducción es puro instinto; pero entre humanos no tenía ni idea.

—¿Entonces? ¿Lo apañamos o lo dejas estar hasta que se vaya?

No era broma, no lo era. Quería que me tocara, sus manos quemaban y era la maldita mejor sensación. Su mirada estaba hundiéndome, clavándose en mí y eso no estaba ayudando a calmarme. Él lo había dicho, o me ayudaba o me tendría que apañar sola. Estaba avergonzada, no sabía si lo más sensato sería huir diciendo que lo apañaría sola o...pro...pro...

Joder, ¡Nunca había pensado en algo sexual!

Su mano derecha se deslizó bajo mi camiseta, busqué sus ojos encontrándolos completamente sumergidos en una oscuridad diferente a la que solía tener cuando le molestaba algo.

Instinto, siempre me fie de él y en esos momentos me estaba fallando.

Me relamí los labios al bajar a los suyos, empujé su pecho hasta que tocó la pared, no aguanté más. Junté nuestros labios dándole a entender que la primera opción era la escogida. Comenzó a subir mi camiseta con lentitud, como si no pudiera concentrarse en deshacerse de ella mientras nuestras lenguas jugaban entre sí. Sus dedos me erizaban la piel según subían. Me quitó la camiseta, pero no tuve tiempo de avergonzarme porque había vuelto a juntar nuestros labios. Se separó de la pared y comenzó a andar conmigo de espaldas hasta el sofá sobre el que caí. Jungkook se quitó la camiseta, esa sonrisa misteriosa...

Se rascó la nuca mirándome y mordiéndose el labio. Estiré las manos para tocar su abdomen, fui subiendo hasta donde mis manos me lo permitieron. Era extraño poder sentirlos con los dedos, más aún al notar el calor que radiaba.

—¿Quema?—pregunté sin despegar la mirada de su desnudo torso.

—¿El qué?

Agarró mi mano derecha y la acarició mientras la otra seguía tocando su torso.

—Mi tacto.

Levanté la vista. Jungkook se dejó caer en el sofá sujetándose en el respaldo y con una de sus rodillas entre mis piernas. Su rostro estaba a milímetros del mío.

—No sabes cuánto—susurró antes de unir nuestros labios de nuevo.

Sus manos recorrían mi cintura mientras las mías hacían un paseo por sus brazos hasta su nuca. Cada músculo, cada centímetro de su cuerpo...

Los besos de Jungkook bajaron por mi mandíbula.

—¿Estás segura?—se alejó un par de centímetros—Puedes acabar emba-

—No me importa—respondí antes de unir nuestros labios.

Más que no importarme estaba tan cegada por mis instintos primitivos que ni había parado a analizar lo que trataba de decirme.

Mis pantalones desaparecieron rápidamente. Jungkook siguió tocando todo mi cuerpo al mismo tiempo que sus labios besaban, lamían y mordían mi cuello. El calor, me estaba quemando. Mis manos se dedicaban a acariciar la suave piel de Jungkook y mi boca soltaba suspiros y algún que otro quejido. Me dio la vuelta dejándome sobre él. Ambos teníamos la respiración agitada. Llevó una de mis manos a su pecho, su corazón iba realmente rápido, luego la subió hasta su cuello dejándola al final en su mejilla.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now