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Al día siguiente la bronca me tocaba a mí, por supuesto. Pensaba que me acusaría de llevarme al heredero fuera de palacio sin guardia alguno; incluso me esperaba volver a la celda con Xavier y tener una larga conversación de un par de días sobre la locura de vida que estaba viviendo en esos momentos, pero el tema se tornó de nuevo a la preocupación principal del falso Rey; mi padre y el poder de la corona que según él estaba siendo amenazado. No me podía importar menos, a mi edad y teniendo en cuenta la forma en la que me crié, su palabrería de que era el Rey y nadie podría negarlo, bla ,bla bla, me parecía ridícula.

-¿Crees que voy a aceptar que me traten de arrebatarme el poder?

Levanté la vista del suelo, mis brazos seguían cruzados y mi espalda en la silla. Él se encontraba de pie en la sala dando vueltas como si esperara impaciente algo. Frente a mí había otros tres lugares vacíos alrededor de la cuadrada mesa. Llevábamos allí muchísimo tiempo, me vino a buscar él mismo y no omitió palabra alguna hasta llegar a aquella sala en donde me obligó a sentarme. Al principio si hablamos de la escapada, pero no fueron más que un par de frases. Que si me había vuelto loca, que si me creía alguien para influir en la vida de sus hijos...

-Ese poder no es originalmente tuyo—contra ataqué mirando sus pasos rápidos por el lugar—Pero eso ahora mismo es lo menos importante.

-Ahora sí lo es, y tú-me señaló y comenzó a acercarse rápidamente—Eres un maldito río en el camino y pienso pasar sobre ti.

Me levanté de la silla y retrocedí hasta acabar contra una estantería repleta de libros más grandes que mi cabeza. La ira que rodeaba su cuerpo me hizo reaccionar de esa forma sin pensar, tardé en percatarme que me había chocado con la estantería.

Esa frase era una amenaza y una no muy inofensiva. No podía salir de ahí, debí moverme de lado y rodear la mesa, pero como dije, no estaba pensando. Cuando quise acatar mi acertada deducción ya tenía al Rey frente a mí, no había salida. Sus manos fueron a parar a mi cuello apretando este aún dejándome respirar.

—Me aseguraré de borrarte del mapa como a tu padre y a tu maldito hermano—susurró con una sonrisa terrorífica.

Tragué en seco al sentir su respiración chocar con mi rostro. Borrarme del mapa...a mi hermano, a mi padre y...a mí.

Traté de gritar, de verdad que lo intenté, pero mi cuerpo no reaccionaba como quería. Ni siquiera pude tratar de escapar por mi cuenta, estaba paralizada por su labia. Comenzó a hacer fuerza contra mi nuez, estaba sintiendo como el aire se veía limitado y se me dificultaba el respirar. Llevé mis manos a las suyas tratando de hacer fuerza y contrarrestar la suya para que al menos una bocanada de aire pasara por mi aparato respiratorio; pero fue en vano. Sus ojos llenos de ira no se despegaban de mi rostro repleto de pecas. De mi boca salían leves sonidos, trataba de pedir ayuda pero no me quedaban casi fuerzas.

-¡Padre! han visto unos in-

Por la puerta entró bruscamente Jungkook, el cual al ver la situación corrió en nuestra dirección y empujó a su padre poniéndome tras él.

Abracé su espalda recuperando el aire que me faltaba segundos antes y asegurándome de no caer por la falta de fuerzas.  El príncipe se encontraba temblando. El ambiente se llenó de una tensión alarmante. Aguanté las lágrimas que amenazaban por salir en esos momentos sin desviar la mirada ni un centímetro del falso Kerel. Un aroma ligero a melocotón proveniente de Jungkook logró calmarme poco a poco, me sentí segura y protegida por su mísera presencia.

-¿Qué narices hacías?-gritó acariciando mis manos entrelazadas sobre su abdomen.

Sentía como temblaba, yo también lo hacía.

-Ella...¡ella va a heredar lo que os pertenece!

Jungkook apretó mis manos. Cerré los ojos con fuerza sientiendo como algunas lágrimas caían por mi rostro, no pude retenerlas por más tiempo.

-¿Y qué?-preguntó-¿Nos preguntaste si nos importaba?

-A tu hermano no le da igual...

-Porque lo criaste tú, solo piensa en poder. Estoy trabajando el doble para no ser como tú, ladrón y mentiroso. Ni siquiera me sorprendí cuando dijeron que no eras el verdadero Jeon Kerel; ¿Recuerdas tu verdadero nombre acaso?—Jungkook se dio la vuelta y me abrazó pegándome a su pecho—Casi la asfixias...

El Rey rió retorcidamente, me daba escalofríos de solo pensar qué hubiera ocurrido si Jungkook no hubiera llegado a aparecer... Jungkook me sacó de allí tirando de mi muñeca como si tirara de la correa de su mascota tras pelearse con otro perro. Llegamos a su habitación, lugar donde me soltó y azotó la puerta con mucha fuerza, hasta me asustó la posibilidad de que se cayera tras eso. Parecía estar apunto de arder de la ira, dio un fuerte puñetazo en la pared que me escandalizó por completo. Salí corriendo a agarrar su mano derecha, no parecía que hubiera ningún daño en la misma; solo estaba roja, tanto como su rostro. Mis ojos seguían cristalizados y después de ver su reacción más aún. Llevé su mano a mi mejilla antes de echarme a llorar.

-¿Te hizo algo a parte de...?-preguntó acariciándome con su mano libre

Negué. Solté su mano rápidamente y me limpié las lágrimas nerviosa al ver su mirada de preocupación y notar sus caricias. Tragué en seco y negué despacio de nuevo. Jungkook levantó mi barbilla y dejó un casto pero preciso beso en mis labios antes de separarse de mí y abrir la puerta con prisa.

-No salgas de aquí ni abras la puerta a nadie, no estoy de broma, Cirene.

Y eso traté de hacer, no me hizo mucha gracia los primeros minutos, de hecho, a la hora salí de allí con mi arco a escondidas dándole vueltas a ese choque de labios... No podía quedarme allí, el Rey sabía que ese era mi dormitorio y quedarme allí me aterraba más que perderme por el castillo.

En la zona de entrenamiento no había nadie y por ello me puse a practicar con el arco. Necesitaba despejarme. En una mañana casi me mataba el Rey y mi estómago casi explota por Jungkook. Nunca había sentido esa sensación de que necesitaba estar cerca de Jungkook. Llevaba mucho experimentando eso, debía hablar con mi padre de ello para ver si él entendía qué significaba. Cuando estaba agarrando las flechas clavadas en la diana escuché unas voces no muy lejos. Como era habitual, me imaginé que serían los guardias o los aspirantes a guardia secreta. Me di la vuelta pensando en qué le habría dicho el Rey el día anterior que no vino a dormir hasta tarde.

—¡Este castillo es enorme! ¿Dónde estarán los aposentos de los príncipes?

Nada más escuchar eso supe que estar a la vista no era buena idea, corrí a un árbol cercano y seguí escuchando tras el grueso tronco. Ningún guardia se asombraría por el castillo y mucho menos un aspirante pensaría en los aposentos de los príncipes.

Eran cuatro, al menos los que mantenían una conversación en el campo de tiro. Sus comentarios sobre los príncipes eran aterradores, en sí que quisieran matarlos me parecía algo poco ético pero, el descuartizarlos me provocaba pequeños temblores en las piernas e incluso náuseas. Jungkook, ¿Sabría que se habían infiltrado? ¡Claro que lo sabía! Me había dicho que no saliera pero estúpida de mí acabé saliendo a la hora de su salida ¿Mi hermano estaría bien? Los pasos se hicieron lejanos, chasqueé la lengua y huí hacia el lado contrario chocándome con el pecho de alguien. Levanté la vista y maldecir al ver con claridad a un desconocido vestido como los infiltrados de hacía unos segundos atrás. Miré alrededor en busca de ayuda, pero en esa zona del castillo rara vez pasaba alguien a parte de los aspirantes.

Sola, de nuevo.

—¿Quién es la bella dama?

Su voz era algo gentil, pero no era una niña pequeña; sabía que debía huir en cuanto se me diera la oportunidad.

Agarró mi mano con delicadeza.

—Acompáñame.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now