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Cuando volvimos al castillo sentí mis piernas temblar. Primero habíamos llegado Jungkook y yo, el resto venía en otros carros.

—¿Por qué tienes esa cara?

Alzó mi barbilla con dos de sus dedos. Me quedé absorta apreciando sus delicados rasgos. Sus ojos estaban bien abiertos, desbordando calidez y mirándome como si fuera lo más bello jamás visto. Sonrió ampliamente al verme sonrojarme, porque era obvio que lo estaba.

Tenía miedo, miedo de lo que venía ahora. El Rey, mejor dicho, el Rey emérito entraría en cualquier momento y seguramente estaría preparándose en el carro todo lo que iba a gritarnos. Estaba aterrada de lo que significaba esa pequeña victoria, no sabía qué hacer como Reina de un Reino tan grande y mucho menos cómo lidiar con un Rey emérito que quería mandarme bajo tierra.

—¿Ahora qué?—susurré abrazándome temblando.

—Déjamelo a mí, tómate el tiempo que necesites—dijo antes de abrazarme y acariciar mi espalda—No te apresures, afróntalo cuando puedas. Somos dos en esto, mientras no puedas sobrellevarlo estaré yo cubriéndote.

Sentí un alivio absoluto, mis brazos se relajaron, mi respiración se reguló... sentí la seguridad que me transmitía Jungkook.

La puerta se abrió de un golpe, agarré la ropa de Jungkook en su espalda y me hundí más en su pecho. Estaba muerta de miedo.

—¿Qué narices fue eso, Jeon Jungkook?

Sentí como Jungkook suspiró con fuerza y se puso firme en el sitio. Me apretó más contra él antes de hablar. Quería salir huyendo de allí, correr hasta el muro y esconderme en el bosque como estuve haciendo hasta que nos pillaron. Escuché a su mujer entrar gritando su nombre además de varios pasos más que hacían eco en la entrada. Debía ser mi padre y mi hermano.

—No sé a qué te refieres.

¿Cómo podía estar tan tranquilo? Más bien, aparentarlo; su cuerpo estaba tenso, como la cuerda del arco cuando te preparabas para soltar la flecha.

—¡Cirene era la prometida de San!

—¿Quién dijo eso?—se callaron todos, se quedaron sin habla—Ella tenía dos semanas para elegir, y eso hizo.

Por un segundo se me había olvidado que debía elegir. Estuve tan centrada en informar a Jungkook y conseguir que dejara de evitarme que olvidé que supuestamente estaba planteándome con quién casarme; ridículo.

—A San le gustaba, le has robado su amor, Jungkook.

Gustar, ¿Él sentía por mí lo mismo que yo por Jungkook? Lo dudaba de alguna forma. San era complejo, pero algo era seguro: era imposible que sintiera tanto por mí; no me conocía.

—Esto es ridículo—dijo Jungkook riendo.

Subió su mano a mi cabeza y la acarició delicadamente, como si yo fuera de cristal; aunque verdaderamente lo era, estaba a punto de echarme a llorar de la presión, al borde de desquebrajarme por completo. Debía decir algo, pero no me salían las palabras. El Rey me daba miedo, desde el día en que casi me asfixió, no volví a acercarme tanto a él; temía que ocurriera algo tras todo el drama montado en ese día y el drama actual. La cazadora que tanto carácter tenía cuando llegó le temblaban los pies, la respiración le faltaba y el miedo impedía siquiera salir del pecho de Jungkook.

—Tengo papeleo que hacer como nuevo Rey y una boda que organizar.

Jungkook dio un paso hacia atrás aún abrazándome.

—No va a haber boda, no con ella, Jungkook.

Jungkook me alejó de él y me miró en silencio. Me tocaba hablar, todo dependía de mí en esos momentos. Asintió lentamente tratando de tranquilizarme, estaba temblando. Me di la vuelta lentamente enfrentando a la furia del Rey, estaba aterrada. Tras él estaba San y su madre observándome esperando a mi respuesta a una pregunta indirecta. Visualicé a mi padre con Haise, ambos parecían nerviosos.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now