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—No lo entiendo.

Jungkook agarró la pluma de nuevo y me explicó con dibujos.

Me coloqué bien aquel vestido violeta que me habían puesto en la mañana. Ya estaba accediendo a ponerme aquella fea ropa, debía hacerlo. Estaba haciendo el esfuerzo de entender como iba el Reino, las funciones, la economía... Serían las once de la mañana, Jungkook llevaba ejerciendo como Rey dos semanas. Siempre estaba de lado a lado por el castillo seguidos de varios hombres que parecían ser representantes de las ciudades del Reino. Yo mientras tanto me la pasaba en la biblioteca leyendo y estudiando sobre el Reino. No tuve tiempo ni de visitar a Lein, lo extrañaba, sobretodo su desastrosa puntería.

—Vale, entonces ahora está bajo.

—Sí, y si hacemos esto aumentará, pero eso significa que esto subiría y esto bajaría; por eso estamos reuniéndonos, para discutir si es un sacrificio equitativo.

La hoja acabó repleta de líneas y círculos. Me recosté en la silla mirando al techo, era complicado entenderlo.

—A lo mejor mi padre tenía razón—dejé caer mi cabeza sobre la mesa—No estoy hecha para esto.

No entendía la economía, era más sencillo nuestro sistema de intercambio. Tampoco la política, las relaciones entre los otros reinos era compleja.

—Claro que no lo estás—se sentó en la mesa—Pero sí estás hecha para mí, por eso vamos a lograr que encajes lo mejor posible, no te agobies.

Levanté la cabeza con una tonta sonrisa. Jungkook acarició mi mejilla con delicadeza sin quitar la sonrisa de su rostro. Seguía fascinada por sus expresiones, no había más que ver cómo sus ojos brillaban o como se encogía al sonreír mientras me veía para saber que era el indicado.

Un soldado entró tras un par de toques en la puerta.

—Rey, tiene una junta.

Jungkook bufó y se levantó de la mesa. Besó mi frente y salió de allí dejándome junto a los libros y hojas.

Me encontraba en una de las ventanas del segundo piso, esas enormes que iluminaban los pasillos. Estas tenían un pequeño lugar para sentarse, o al menos para eso lo usaba yo. El cielo estaba gris, las gotas de agua caían con fuerza contra el cristal. Un olor a césped mojado me hizo sonreír, pero más lo hizo el recuerdo que se me había escapado de la mente de mi hermano y yo corriendo por el bosque en pleno chaparrón. Recordaba con precisión su ruidosa risa tratando de que lo alcanzara, los sonidos de las botas contra el barro, las gotas de agua cayendo por mi rostro...

Qué ganas de salir.

—¿Ocurre algo?

Jungkook se sentó al otro lado. Miró la lluvia.

El sonido era relajante, vi en su rostro como se calmaba al pasar ahí unos minutos. Suspiré encogiendo mis piernas y abrazándolas.

—Se acerca el invierno.

—Es verdad—susurré sin quitar la vista de una gota que resbalaba por la ventana.

—No lo llevas muy bien, ¿Verdad?

Sabía que no. ¿Quién narices llevaría bien eso? Mi vida dio un vuelco hace meses, pero lo de esas últimas semanas me estaban llevando al límite. Era Reina, bueno, en cuanto me casara. Pero el hecho de que era una imagen pública e importante me quitaba horas de sueño. Era prácticamente una inculta, con suerte sabía de los demás reinos...

—Me acostumbraré.

No quiero que te pierdas en mi mundo.

Desvíe la vista chocando con una preocupante mirada en su rostro. No acababa de entender lo que había dicho, ¿Perderme en su mundo?

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now