PRÓLOGO

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Un año y medio antes...

Lincoln era una ciudad tranquila, hasta ese día que se tiñó de sangre. Los coches patrulla se amontonaban a las afueras mientras los disparos sacudían el lugar. El banco Goldman Sachs había sido tomado por un grupo de hombres encapuchados, y todos los medios de comunicación estaban deseando contar en primicia lo que ocurría, con todo lujo de detalles.

-¡Manden refuerzos ya! -pedía un agente agarrando con fuerza su pistola.

Seguro que cuando entró en el cuerpo de policía, jamás pensó que iba a vivir una situación así en su propia carne. Un atraco. Algo impensable.

-¡Despejen la zona! -exigían sin éxito otros agentes encargados de controlar a la multitud.

A las afueras del banco, separados por el cordón policial, los familiares de los rehenes temblaban de miedo, deseando despertar de esa pesadilla.

-¡Déjenme pasar! ¡Mi mamá está ahí dentro! -gritaba una niña a brazos de su padre, un hombre de apariencia severa, pero que tenía la cara descompuesta.

-Hacemos todo lo posible. Por favor, aléjense -dijo la mujer policía del cabello rubio.

Como una broma, el sonido de los disparos se mezcló con el de un teléfono que comenzó a sonar, a la melodía de Lonely Bed de Albert Cummings. Dentro del banco, el caos era dueño de todo.

En el suelo, una mujer temblaba con la mano en el vientre. Le habían disparado y el terror impedía que se moviese. El cadáver de una persona justo delante de ella, con la boca ensangrentada, y un charco de sangre cayendo a borbotones de su pecho, la tenía paralizada. La mujer sabía que la vida podía cambiar en un segundo, pero pensó que esas cosas solo le ocurrían a otras personas. No a las madres como ella. No a las esposas que amaban a sus maridos a pesar de que ellos tuviesen una aventura. No a las mujeres que iban a la iglesia todos los domingos y que cuidaban de su familia. Su familia, su único arrepentimiento era no poder pasar más tiempo con ellos. No haberle dicho a sus hijos, que, a veces, las almas se apagan en un segundo. O quizá se vuelven intangibles, lejos del cuerpo humano. Puede que el amor que ella sentía protegiese a sus hijos. Esos eran sus últimos pensamientos.

-¡Todo el mundo al suelo!

-¡Qué nadie se mueva!

Las agresivas voces seguían resonando por el lugar. Y en medio de las tinieblas, y de esa muerte incesante, la mujer pudo ver a uno de los atracadores. O dicho con otras palabras, fue capaz de ver a través de su máscara. Su corazón se ralentizó cuando esos ojos verdes que tanto conocía, se fundieron con los suyos.

-¡Coged el dinero rápido!

-¡Vamos, vamos, vamos! ¡Deprisa!

Los pasos del hombre de ojos verdes acortaron distancias con la mujer.

-Ayuda... -rogó ella.

-Lo siento -articularon los labios de él, apuntándola con la pistola que tenía en la mano-. Seré rápido.



Hola personitas preciosas! Me hace mucha ilusión estar por aquí de nuevo para compartir con vosotras una novela donde elegisteis hace años el lugar, el físico de los personajes y el nombre de algunos secundarios. Lo hicisteis en una encuesta de Instagram mientras escribía la novela. Años después, (la he dejado reposar y corregido unas diez veces), ya la tenéis aquí con vosotras para disfrutarla tanto como lo hice yo. Es la primera parte de una bilogía  A lo largo de sus páginas vais a encontrar mucho salseo, intriga, y a una chica insegura que ya entenderéis porqué es así, y realmente necesitaba darle un lugar a este tipo de persona porque hay muchísima gente que sufrimos lo mismo que ella. Dicho esto, os subo un supermaratón de cuatro capítulos contando este y nos leemos muy pronto. Un abrazo enooooorme!!!

Instagram: sarahmeywriter

Facebook: Sarah Mey libros 



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