Capitulo 54

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Al día siguiente despierto a los niños y me aseguro de que sigan el horario. Una parte de mi aún está esperando que la señora Rotte venga a hablar conmigo para despedirme.

—Estoy nerviosa –susurra la vocecita de Maddie, como si fuese un secreto.

Esta mañana tiene una exhibición de ballet, pero por ahora soy la única que va a verla. Por lo visto el señor Turner está ocupado jugando al gol con sus socios, y Daniel tiene que ir obligatoriamente a su clase de piano.

—Ya verás que lo haces fenomenal. –La aliento.

Maddie me mira con sus ojitos verdes y su pelo oscuro recogido en un moño alto. Está adorable mientras nos subimos a la limusina que va a llevarnos a las actividades.

—Nicole, ¿estás segura de que yo no puedo ir a ver a Maddie?

Me duele lo que voy a decirle.

—Oh, Daniel, tu padre ha sido muy claro al respecto.

Lo veo fruncir el ceño y de nuevo me recuerda una barbaridad a Liam.

—Sí, ha sido muy claro. ¿Para qué quiero ver algo de niñas?

Su tono de voz al repetir las palabras de su padre me enfada. ¿Qué más da que a su hijo le guste el ballet? ¿O qué quiera practicarlo? Quiero decir, ¿qué importa?

—¿Sabes qué?

Soy consciente de que me van a despedir. En serio, si yo fuese mi jefa, me despediría.

—¿Qué?

—Vas a ver la exhibición de ballet.

—¡Pero si papá y la señora Rotte han dicho que...

—¡¿En serio que Daniel puede verme?!

Ambos hermanos hablan a la vez e ilusionados. La limusina se pone en marcha con nosotros en los asientos de atrás.

—Shhh.... –Les siseo, tratando de que el chófer no se entere—. Voy a ver qué puedo hacer ¿vale? Tiene que haber alguna forma. ¿Y si decimos que te duele la mano? ¿O que tienes la muñeca abierta o te has dado un golpe? Mentir está mal, pero no se me ocurre nada más.

Sin vérmelo venir, Daniel me abraza con tanta necesidad que algo en interior se recompone un poco.

—Gracias –me dice y creo que está llorando.

Este niño está tan necesitado de cariño y de amor... Liam es el único que se lo demuestra y entre semana está muy lejos de sus hermanos pequeños.

—Oh, cielo, no llores.

—Los hombres no lloran –dice mientras se sorba la nariz y hace como que no llora.

—Claro que lo hacen. Los hombres también son humanos y tienen sentimientos. –Le sonrío dándole un besito en la frente.

No debería de haberlo hecho, pero me ha salido del alma. Daniel es la dulzura personificada cuando se separa de mí y me mira agradecido, con sus ojitos azules brillando de emoción contenida. A su lado, Maddie le da un beso en la mejilla y él le responde abrazándola.

—¡Ahhh, mi peinado que me lo chafas! –grita con voz de niña pequeña que me hace reír.

Luego le da un empujón y Daniel se lo devuelve. Creo que es la segunda vez que los veo pelear. Estoy a punto de decirles que paren cuando el chofer pisa el freno y los tres logramos no salir disparados gracias a los cinturones de seguridad.

—¿Qué hace el señorito Liam? –pregunta a gritos Federico, el chofer.

¿Liam? ¿Ha dicho Liam? Sin darme tiempo a reaccionar lo veo abriendo las puertas y quitándole el cinturón de seguridad a sus hermanos.

ABEJA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora