CAPÍTULO 33

72 17 9
                                    


NICOLE

La mañana y la tarde se me pasan volando. Sobre todo, porque Brandon volvió a llamarme y me distraje hablando con él mientras los niños estaban en sus respectivas actividades. En el descanso entre una y otra nos saltamos un poco el horario y les enseñé a ambos a dar patadas. A Maddie se le da mejor que a Daniel por eso de que tiene mucha más flexibilidad por el ballet, lo cual me recuerda algo que me dejó atónita.

—Es injusto que a ti se te de mejor porque haces ese deporte –dijo esta tarde Daniel, al cual noté algo extraño y le pregunté si no le gustaba el ballet.

—Eso es un deporte aburrido y para niñas –respondió, pero algo en la forma en la que lo dijo, siendo siempre tan educado y mostrando tanta rabia en sus palabras me hizo quedarme mirándolo.

—¿No te gusta el ballet porque según tú es un deporte para niñas?

Se cruzó de brazos y asintió.

—¿Y si te dijese que también hay muchos niños en la clase de Maddie?

Él volvió a desviar la mirada. Estábamos sentados en un banco en el parque al lado del centro al que asisten a actividades.

—Esa clase de deporte son bobadas de chicas –repitió.

Alcé una ceja y lo observé detenidamente mientras Maddie se enfadaba con su hermano.

—¡Pues bien que te pones a mirarme cuando practico en casa! ¡Y no es una bobada! ¡Es un arte!

Daniel puso los ojos en blanco.

—¿Por qué no pruebas un día?

Lo vi abrir los ojos como platos y negar en automático.

—No soy una chica.

Lo miré de arriba abajo, queriendo indagar un poco más.

—Yo no soy un chico y hago kárate.

Lo vi dudar unos instantes.

—Es distinto.

Y en ese instante supe lo que le ocurría.

—¿Por qué a mí no pueden llamarme nenaza?

La forma en la que se levantó y dijo que era hora de volver a clases me hizo confirmar mis sospechas. A Daniel le gustaba el ballet, pero no lo decía por lo que pudiesen pensar de él. Imagino que más que nada, por lo que su imponente y autoritario padre y la clasista de la señora Rotte pudiesen pensar del él. O peor aún, decirle. Me levanté y Maddie nos imitó, aún algo de morros por lo que Daniel le había dicho.

—Una vez salí con un chico que hacía ballet –mentí.

Daniel se giró hacia mí con ojos curiosos.

—¿De verdad?

Asentí con la cabeza.

—Y no tuve nada fácil que se fijase en mí. Tenía locas a muchas chicas.

Maddie se incorpora a la conversación mientras avanzamos de nuevo hacia su estudio de danza.

—¿Y qué pasó? ¿Rompisteis?

—Sí. Tan sólo tomamos caminos separados, pero lo que quiero decirle a tu hermano es que no pasa nada porque le guste un deporte u otro. Si siente que su corazón palpita, ese es el sitio en el que tiene que estar.

Daniel se mantuvo callado y serio. Maddie pareció asimilar mis palabras.

—Esa última frase suena muy poética.

ABEJA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora