Capítulo 20.1

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¡Maldito despertador de los cojones! ¡¡¡Te odio con toda mi alma!!! ¿Dónde han ido a parar mis horas de sueño? ¿He llegado a dormir durante esta noche? Creo que llevo toda la noche en un estado de vigilia infernal. No he parado de escuchar a personas pelearse en la calle y encima a medida que avanzaba la noche se ha levantado un fuerte viento que ha golpeado con fuerza mi puerta, haciéndome incluso levantarme asustada en más de una ocasión.

Enfurruñada con el mundo, me levanto y me froto la cara. Me escuecen los ojos de los secos que los tengo y noto mi cabello sucio. Estoy agobiándome nada más abrir los ojos, pero lo hago aún más al darme cuenta de que alguien ha entrado en la habitación mientras estaba medio dormida y no me he dado cuenta. Tiemblo de la cabeza a los pies al ver todas mis posesiones dispersas por el suelo. Horrorizada miro hacia todos lados para asegurarme de que realmente estoy sola. ¡Durante esta noche me han robado! ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¡Diiioooooos! No soy capaz de reaccionar ni de moverme. Tan sólo me quedo quieta recordando como diablos se respira y observando horrorizada cuanto me rodea. Al final sí que habré dormido algo, porque de esto no me he enterado. Tardo unos segundos más en acercarme hacia mi maleta en busca de la cartera. Se me llenan los ojos de lágrimas al ver que no está. Me han robado el poco dinero que tenía en metálico y se han llevado mi tarjeta de crédito. Busco mi móvil debajo de la almohada horrorizada y compruebo mi cuenta corriente. Aún no me han quitado nada de dinero y me apresuro en apagar la tarjeta desde la aplicación del banco.

Esto no ha podido pasarme a mí. ¿Por qué a mí? Recuerdo las palabras de otro psicólogo online retumbar en mi cabeza. En lugar de preguntarte por qué a ti pregúntate qué puedo hacer para afrontar lo que me ha pasado. Trato de hacerle caso a la voz de mi cabeza, pero estoy respirando con tanta fuerza que no tardo en sentir los primeros síntomas de la hiperventilación y tengo que sentarme en la cama mareada y nerviosa. No puedo creerme que ¡alguien ha entrado mientras estaba durmiendo! ¡Podrían haberme hecho de todo! ¡Cualquier cosa! ¡Mierda! ¡Qué horror!

Me obligo a calmar mi respiración usando la primera bolsa que encuentro y respirando dentro de ella. Necesito llamar a alguien y contarle lo que me ha sucedido, pero ¿a quién? No puedo llamar a mis abuelos. ¡Les daría un infarto! Sigo sin asimilar lo que ha pasado. ¡Me han robado! Uff... uff... uff... ¿qué se hace en un momento como este?

Miro si me falta algo más aparte del dinero y me relajo un poco al ver que no se han llevado la poca ropa que tengo. Ni la crema corporal que uso, ni el cepillo de dientes ni la pasta sabor a menta. Ugg... voy a cambiar de cepillo de dientes, solo de pensar que la persona que me ha robado ha podido tocarlo me entran arcadas.

El corazón se me acelera al llevarme una mano a la muñeca derecha y no sentir mi pulsera. Cojo aire con fuerza.

—No...

Es lo único que soy capaz de decir. Busco y busco desesperanzada pensando que quizá la hayan tirado en el suelo o en algún lugar. Me llevo una mano a la cabeza y comienzo a sollozar. Salgo fuera, en pijama y busco por el suelo e incluso en el contenedor más cercano, pero no veo en ninguna parte la pulsera de mi abuela. Esa fina de plata que vaya donde vaya la llevo conmigo porque me la regaló al acabar el instituto hace unos meses. Esa pulsera es una reliquia familiar. Mi tatarabuela se la dio a mi bisabuela y esta a mi abuela, y mi abuela a mi madre y luego a mí. Mi madre la llevaba puesta cuando murió en el accidente de coche. Mi estómago me da un vuelco.

¿Quién ha sido? ¡¡¡¿Quién ha podido entrar cuando estaba medio dormida?!!! Joder. La desesperación por lo que ha ocurrido se apodera de mí y no puedo hacer otra cosa que echarme a llorar como una niña pequeña. No tengo ni idea de qué hacer. ¿Qué hago? ¿Debería de llamar a la policía? Sí, claro que sí, ¡y al banco aunque ya haya apagado la tarjeta!

ABEJA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora