Capítulo 61

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Sus manos no tardan en atrapar mis pechos, violentas. Casi me hacen daño, pero trato de no quejarme cuando él vuelve a besarme y comienza a desnudarme. Ni tan siquiera soy consciente de cómo mira de reojo el portátil mientras me quita la camiseta. Estoy como ida. En shock. Una parte de mi aún no se cree lo que he soltado por la boca. Yo, Nicole Greenwood, diciendo que quiero hacer el amor.

Brandon acaricia mi cuerpo y yo no tengo ni idea de qué hacer con mis manos. Las pongo en su espalda, mientras él sigue desnudándome y mirándome con alevosía. ¡Estoy a punto de hacer el amor! ¡NICOLE, REACCIONA! ¡VAS A HACER EL AMOR!

Mi corazón se acelera. Siento algo de vergüenza cuando Brandon me quita la camiseta y me quedo en sujetador. Y se amplifica cuando pone la cabeza entre mis dos pechos y comienza a besármelos. Contengo el aliento, lo hace con tanta necesidad que vuelvo a estar incómoda. Como esa vez que quiso hacerme el amor en este mismo lugar. Todo ha cambiado desde entonces, en cuestión de días.

—No... —digo cuando trata de quitarme el sujetador.

Al fin parezco reaccionar. He pasado demasiado en muy poco tiempo. Soy una montaña rusa emocional y estoy demasiado frágil en todos y cada uno de los sentidos. No puedo hacer esto. No así. No con él. No mi primera vez.

—¿No qué?

Brandon parece una fiera.

—No quiero hacerlo.

No soy capaz de ver venir la cachetada que me da. Y cuando lo hace, a pesar de que mi cuerpo está acostumbrado a devolver cualquier ataque debido al kárate, me quedo petrificada.

—¿Acabas de peg...

—Cállate. Ya me has dicho que sí.

El miedo me invade mientras trato de zafarme de sus manos que me arrancan el sujetador sin piedad.

—¡Para! –rujo.

Brandon me pega otra cachetada y aprieta mi pezón izquierdo con rabia. El dolor me ciega cuando me lo retuerce y con violencia agarra mis dos manos arriba de mi cabeza. El edredón está frío a mi espalda, pero más aún lo está mi cuerpo por lo que está pasando.

—¡Aquí se hace lo que yo diga! 

Horrorizada lo veo quitarse el cinturón, el botón y la cremallera de su pantalón. Me abre las piernas mientras sigue pellizcándome un pecho y me muerde el otro clavándome todos los dientes y haciéndome sangrar.

—¡PARA AHORA MISMO!

Comienzo a darle codazos librándome de su agarre y elevo la pierna para propinarle una patada en sus partes.

—¿Por qué iba a hacer eso? –me dice deteniendo mi patada, abriéndome de nuevo las piernas, y obligándome a mirar a la cámara de su portátil.

Mi pecho desnudo y punzante por el dolor sube y baja mientras escucho su voz en mi oído.

—Me has dado permiso para follarte. Si quieres denunciarme tengo una prueba innegable de que esto no ha sido una violación. Y ahora, sonríe a la cámara y a todos mis colegas que se están tocando gracias a ti.

El mundo se me cae encima. Es como si el tiempo se detuviese. Incluso el demonio que llevo dentro se queda paralizado al escucharlo. ¿Qué sus colegas qué? ¿Qué la cámara está encendida? ¿Tenía esto planeado? Algo dentro de mi quema. Quizá sea mi alma. Quizá lo que quiera que hace que el corazón siga latiendo día tras día. Mi esencia queda reducida a la nada ante sus palabras, y es desgarrador.

—Aunque te haya dicho que sí, ahora te digo que no.

Mi voz suena débil. Sigo en shock. Estoy temblando. Es como si cayese en un abismo donde hay lava al fondo. Lo único que sé, es que todas las personas tienen derecho a cambiar de opinión, y eso merece un respeto.

ABEJA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora