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George se quedó en la entrada del castillo, veía como algunos trabajadores metían sus cosas a la habitación de invitados donde se quedarían, pensó en ir a descansar, pero decidió ir a lo que había ido, por Clay.

Dio unos pasos por el camino de piedras, dio un vistazo al campo de flores, había de todo tipo y no estaban acomodadas, los que las destacaban eran los girasoles, eran grandes y llamaban toda la atención.

Pudo ver como las flores se acababan mientras más se acercaban al castillo, pero al igual que guiaban a un pequeño bosque que estaba atrás del castillo.

Todos eran árboles grandes, no tenían nada especial aunque solo uno sobresalía, era un árbol mucho más grande que cualquier otro, de sus ramas salían unas pequeñas flores rosas.

Se acercó pues no veía a Clay en ningún lado y no dudó un segundo en que podría estar ahí.

Caminó por los árboles, aunque no se veía tan grande, era extenso, cualquiera se podría perder por ahí, trató de encontrar al rubio mientras trataba de no hacer tanto ruido.

Cuando finalmente pudo ver un camino de flores y pétalos que habían caído del árbol gigantesco, pudo ver a lo lejos la figura de alguien, caminó y detrás de un árbol escondido pudo ver a Clay.

Estaba parado de cara al árbol, en una mano sostenía firmemente un libro y la otra se encontraba detrás de él, mantenía una postura recta.

George nunca lo había visto tan serio, pero por la calma que tenía, su comodidad y la serenidad que transmitía era increíble.

El castaño pensó en que sería mejor no molestarlo, era muy repentino aparecer de la nada a molestar su comodidad.

Mientras pensaba, el rubio cerró el libro de un momento a otro, al parecer había acabado de leer, caminó hasta el otro lado del árbol, donde ahí había un muro con una estatua de tamaño real de una mujer y un niño, no muy grande pero era muy linda.

Clay miró el suelo mientras jugaba con el libro como si estuviera nervioso, después miró la estatua.

—Aún escucho tu voz cuando lo leo.

Habló Clay con la estatua, entonces entendió que aquellas personas eran él y su madre.

Clay siguió jugando con el libro con nerviosismo con pequeños golpes, parecía nervioso o inseguro de algo.

—¿Recuerdas a George? Te platique de él cuando vine unos días aquí. — Guardó silencio, como si esperará una respuesta. —Como sabias, le pedí matrimonio y aceptó pero...- — Soltó un suspiro mientras agachaba la cabeza.

George seguía observando desde lejos, le parecía lindo que hablara de él con su madre.

—Desde que te fuiste olvidé como amar a alguien. — Dejó el libro en los pies de la estatua. — El amor de George era tan puro como él que tú me dabas.

George seguía indeciso si debería ir con él o regresar al castillo.

—Lamento olvidar todo lo que me enseñaste. — El rubio miró el libro. —Me enseñaste a amar sin condiciones, lo olvidé todo.

Dejó el libro para después dar unos pasos atrás a admirar la estatua, como si nunca la hubiera visto.

George decidió finalmente caminar fuera de los árboles, sus manos estaban frias por los nervios, pero a la vez emoción por ver su reacción, no recordaba lo linda que era esa sensación.

—¿Clay?

Preguntó mientras caminaba, Clay al escuchar su nombre con tan reconocible voz sintió su corazón exaltarse, volteó a buscar al proveniente de ese llamado, en cuanto vio a George, no pensó dos veces para correr a abrazar a George.

George sonrió correspondiendo su abrazo, Clay estaba emocionado y feliz, tanto que levantó a George y giró con el en el aire, haciendo a George reír.

Cuando lo bajó, George secó unas lágrimas que habían salido de sus ojos, Clay lo tomó de las mejillas y lo besó. Aquel beso era el mejor que el resto, todo el amor que se tenían se veía reflejado, también lo mucho que se extrañaron.

Cuando se separaron, Clay seguía sin poder creerlo, admiró a George mientras esté reía por su sorpresa en el rostro.

—¡George! ¿Que haces aquí? — Fue lo único que pudo modular con palabras.

—Eh.. quería conocer tu castillo. — Habló con nerviosismo, después miró a Clay a los ojos. —Tenía miedo de perderte.

—Nunca me perderías. — Lo abrazó nuevamente. —¡Viajaste hasta acá!

—¡Si! — Soltó otra risa.

Clay se separó otra vez y puso sus manos en las mejillas de George, este puso sus manos encima de las del rubio.

—Lamento haberme ido, quería darte tiempo para pensar.

—Solo pensé que ya no querías casarte.

—Perdón.

George sonrió, su sonrisa no reflejaba más que enamoramiento y Clay lo podía ver, con una simple sonrisa podía sentir el cariño de George, con eso se refería a un amor puro.

—Te amo, George.

George se sonrojó más de lo que ya estaba, sacó unas pequeñas risas nerviosas.

—Y yo a ti, Clay.

La corona [DreamNotFound] Where stories live. Discover now