Introducción

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Todo lo que había en su mundo era el dolor.

Durante aquella eternidad, no fue nadie. No había nada salvo la agonía. El cuello desgarrado y la debilidad de los miembros, y luego, el lacerante gancho que le corría bajo la piel como una araña, destrozándolo.

El tormento. No podía respirar. No podía gritar. No podía moverse.

Ante sus ojos había negrura, nada. Los bordes se teñían de rojo, el rojo de la sangre, el rojo de la tortura. El dolor crecía, lo asfixiaba.

«Por favor», rogó en silencio. «Por favor, que acabe. Solo quiero morir».

La agonía se extendió por sus brazos y piernas, lo golpeó en el estómago, en el corazón y los pulmones, martilleó el interior de su cráneo e hizo hervir sus ojos.

Siete minutos y treintaitrés segundos después del ataque, Gavriil murió.

GavriilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora