Capítulo XXXIV

5 3 1
                                    

Cuando llegó a casa con el estómago encogido y una extraña sensación de estar jugando con fuego, su teléfono móvil comenzó a sonar. Frunció el ceño al ver el nombre en la pantalla.

—¿Todo bien, Arseni? —preguntó al descolgar.

—¿Qué cojones? ¿Es así como se coge hoy en día el teléfono? Estoy desfasado.

—Tienes casi doscientos años, es normal estar desfasado.

—Una mierda. Me adapto deprisa.

Gavriil rodó la mirada pero sonrió. Arseni, primero de los cachorros de Valerian, sin duda procuraba mantenerse al día. No por nada tenía una empresa de videojuegos y consolas, y otra de ordenadores. No se le pasaba ni un solo avance tecnológico, y era el promotor principal en el estudio de la realidad virtual.

—Perdona —se disculpó—. Es raro que llames.

—Bueno, me han dicho que te puede venir bien charlar.

—Oh, seguro. ¿Quién?

—Ekaterina.

—No necesito charlar, pero conversar con un amigo siempre está bien.

—Tú y yo no somos amigos, payaso. Somos hermanos en el peor de los casos.

Esta vez su sonrisa fue más tierna, totalmente sincera. Era cierto. Los tres hijos de Valerian lo habían aceptado como si fuera un nuevo cachorro y no un gatito abandonado en la calle por su amo anterior.

—Venga, no te andes por las ramas —insistió Arseni—. ¿Qué pasa con ella?

—¿Ella?

—La chica. Tu Llamada.

«Mierda».

—¿Te lo ha contado Ekaterina? —preguntó.

—Valerian. ¿Cómo es?

—Pues, em... Tiene el pelo negro y ojos verdes.

—Oh, seguro que es una monada, pero me interesa más la sensación.

—¿Te acuerdas de cuando eras un cachorro de pocos días y todo lo que tenías en la cabeza era alimentarte?

—Apenas.

—Pues es peor.

Su interlocutor se quedó callado un momento.

—Vaya —musitó luego.

—Sí, vaya. Hoy la he vuelto a ver.

—¿Ah, sí? ¿La fuiste a buscar?

—A medias. Fui al parque donde la atacaron hace dos días, y volvía a estar ahí. Lo sospechaba.

—¿Estaba donde fue atacada? ¿Qué cojones?

—Sí, eso pensé yo. No lo sé. Es rara. —Gavriil se apoyó en la ventana y miró al cielo, viendo que comenzaba a clarear por el horizonte—. Tiene dieciséis años, pero su mirada es seria, y es dura. Y no hace nada más que estar ahí, sola y sentada, de madrugada.

—¿Qué hay de sus padres?

—No los llegué a ver cuando fueron a buscarla al hospital. Seguro que Val puede decir más que yo al respecto.

—¿Le has preguntado a ella? La chica.

—No. Espera. Sí. Le pregunté qué pensaban ellos al respecto de que estuviera por ahí de madrugada, y su respuesta fue que piensan que sale con sus amigos. Pero digamos que es mentira.

Gavriil escuchó un intermitente clic. Era el cubo antiestrés de Arseni, que presionaba los múltiples botones cuando estaba nervioso o pensativo.

—Las cosas son diferentes ahora —comentó el primer cachorro de Valerian—, pero imagino que no tanto. Cuando yo... vivía, ya sabes, a veces me quedaba en la calle hasta que mis padres se acostaran. Para no recibir, ¿sabes? Aunque no es que lo admitiera.

—¿Crees que la maltratan?

—Quizá. O quizá le gusta la soledad, no sé.

—Quería quedar conmigo mañana.

—Vale, no le gusta la soledad. ¿Eso te ha dicho?

—Le he contestado que hasta el domingo nada.

—¿Has quedado con tu Llamada? Joder. ¿Lo sabe Valerian?

—Todavía no.

—Díselo. Vas a necesitar mucha sangre para resistir una cita.

—Joder, Arseni. —Gavriil se frotó los ojos y comenzó a bajar la persiana—. ¿De verdad crees que la maltratan?

—Oye, no la conozco. También puede ser que no tenga amigos, y para no preocupar a sus muy amorosos padres, les mienta diciendo que sale aunque no sea cierto.

No sabía qué opción le parecía más triste.

GavriilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora