Capítulo XL

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Cada uno de los cachorros de Valerian se había hecho su lugar en el mundo a su propia manera. Arseni era un gurú de las tecnologías; Ruslan se había unido a la medicina y tenía laboratorios y una farmacéutica; y en cuanto a Nededja, aunque tenía una empresa de moda ecológica, bajo la superficie se había adueñado de la red más grande y rápida a la hora de crear nuevas identidades y recolocar y ocultar a víctimas que por alguna razón la ley no quería o no podía proteger.

En tres días, la vampiresa ya le había enviado los nuevos papeles de Alyona... y los suyos.

Gavriil Schreier, dieciocho años, a cargo de su hermana Alyona Schreider, de quince, a la muerte de sus padres. Empresas Farmacéuticas RV —propiedad de Ruslan— le había ofrecido un trabajo como limpiador, y el sueldo les permitía un pequeño piso de dos habitaciones en las afueras de la ciudad.

Una ciudad muy, muy distante.

El joven suspiró y dejó la carpeta en su regazo. Miró la luz apagada del salón. A su lado, Alyona yacía de costado, acurrucada bajo la manta. Kir se había hecho un ovillo junto a la chica, dándole calor.

Gavriil sonrió de medio lado. Se había vuelto a dormir sobre el brazo malo.

—Ay, Aly... —musitó, y con cuidado intentó darle la vuelta.

Casi dio un brinco cuando ella lo miró con los ojos muy despiertos.

—Vaya, hola —saludó el joven—. Te haces muy bien la dormida, ¿sabes?

—Gracias —respondió la muchacha, que en lugar de levantarse se puso del otro lado y se lo quedó mirando—. ¿Estás bien?

—Claro. ¿Por qué?

—Estás preocupado.

Ambos miraron la carpeta, y Gavriil respiró hondo. Casi se había acostumbrado a que todo oliera a ella. Casi.

—No es eso —respondió.

—¿Estás seguro de que... quieres hacer esto?

—Por supuesto. Dije que me ocuparía de ti, y lo voy a hacer. El primer paso es alejarte de tus padres, y meternos en la legalidad sería peor, siendo él un juez y yo... un nombre falso. Después podremos darte un entorno seguro y estable hasta que seas mayor.

Ninguno de los dos hizo mención a una posible conversión en algún momento. Gavriil no sabía si sería capaz de hacerle eso. Ella, por ahora, estaba demasiado aliviada con la posibilidad de irse lejos y estar a salvo.

—Pero aquí tienes tu vida —musitó Alyona.

—Bueno, creo que echaré de menos la medicina —aceptó—. Nunca creí que pasaría. No obstante, la vida de un vampiro es muy jodidamente larga. Cuando tengas dieciocho años, Nededja nos hará otros papeles. Quizá para entonces pueda volver a ser enfermero. O me pasaré a las ambulancias, como quería Ekaterina.

—También está ella. Y el doctor Alkaev.

—Val ve las cosas como un vampiro. La distancia y el tiempo son poca cosa para alguien de su edad. Y Ekaterina, bueno... No perderemos el contacto. Es adicta al teléfono móvil.

—Los echarás de menos.

Gavriil bajó la vista y vio que tenía los ojos entrecerrados y expresión retraída.

—Eh.

El joven se recostó a su lado, apoyándose en una mano, y le acarició la mejilla. Todavía estaba un poco amoratada y muy amarilla.

—Aly —la llamó suavemente—. Claro que los echaré de menos. También echo de menos a mi hermana y a mis padres, pero sé que están bien, y eso basta. No dejaré de ver a Valerian o a Ekaterina. Quedaremos de vez en cuando. Haremos videoconferencias. Y estaré contigo el resto del tiempo.

Ella parpadeó y alzó la vista hacia él. Lo observó detenidamente un momento. Luego estiró el cuello y lo besó en los labios.

Gavriil rompió a ronronear como un gatito.

—¿Está mal? —preguntó Alyona en voz baja.

—No —respondió él, con la mano apoyada en su cintura—. Pero es difícil.

—¿Demasiado difícil?

El joven sonrió un poco.

—No.

—Bien.

La muchacha volvió a besarlo. En esta ocasión, el vampiro respondió, no sin cierta torpeza.

A la noche siguiente estaban reunidos con Ekaterina y Valerian. Su equipaje y Kir estaban ya en la camioneta, un vehículo ligeramente modificado con cristales tintados.

—Recuerda que no te protegerá del sol —le repitió la mujer con gesto serio—, pero al menos te evitarás lo peor si te pilla el amanecer sin poder aparcar.

—Lo sé, Kate —respondió Gavriil con una sonrisa—. Ya lo sé.

—Y no te desvíes de la ruta que te he preparado. Hay refugios y muy pocos controles policiales. No hay mucho tráfico, sobre todo de noche. Alyona, asegúrate de que no se pierda.

—Lo haré —aseguró la muchacha.

—¿No estamos rodeados de mujeres dominantes? —le preguntó Gavriil a Valerian, que sonrió.

—Puede, pero se preocupan por nosotros —respondió el vampiro—. Llama en cada parada para confirmar que estás bien, ¿de acuerdo?

—Y no hagas el tonto —interrumpió Ekaterina—, para cada dos horas. Sigues necesitando paradas. No te vas a dormir al volante pero te cansas igual.

—Kate, estaremos bien —aseguró Gavriil—. En serio.

La mujer apretó los labios, hizo una mueca y después lo abrazó, todo en rápida sucesión. El joven le palmeó la espalda y la estrechó contra sí durante unos momentos, hasta que fue ella la que, sorbiendo por la nariz, se apartó.

Los dos vampiros se miraron. Gavriil sonrió, inseguro pero resuelto, y Valerian le devolvió la sonrisa.

—Estoy orgulloso de ti, chico —aseguró, acercándose, y también le dio un fuerte abrazo.

—Gracias, Val. Por todo lo que has hecho por mí.

—He hecho muy poco. Todo lo que has conseguido, lo has hecho tú solo.

Los dejaron subir ya a la camioneta, y los que se quedaban se alejaron de allí. Por fin Gavriil estaba al volante, Alyona sentada a su lado, y Kir se movía nerviosamente en el asiento trasero, con la correa atada a la hebilla del cinturón.

—¿Lista? —preguntó el joven, aspirando hondo.

La muchacha se estiró para besarlo en la mejilla. Eso le provocó sed, un ronroneo y una pequeña y tonta sonrisa.

—Lista —respondió.

GavriilWhere stories live. Discover now