Capítulo 21

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Todo empezó a verse borrosos ante mis ojos. Sentí mis músculos cansados, pero aún así no dejé de moverme, aunque sentía que en cualquier momento me desmayaría.

La imagen de mi madre cuando supiera que la única hija que le quedaba había sido secuestrada cruzó fugazmente por mi mente. Porque eso era lo que está sucediendo, ¿no? ¿Estaba siendo secuestrada? Ni en mis más locos sueños habría imaginado algo así. Sonaba casi ridículo en mi cabeza "estoy siendo secuestrada" No iba a dejar que fuera tan fácil. Obligando a mi cuerpo a mantenerse lúcido, empecé a arañar sus manos y grité lo más fuerte que pude con la esperanza de que alguien cercano me oyera.

Y como si mis pensamientos hubieran sido escuchados todo cambió en un segundo. De repente el desconocido me soltó y yo caí directo al suelo, sobre mis rodillas y manos. Respiraba agitadamente mientras gateaba hacia la pared más cercana. Me apoyé en ella y miré hacia todos lados, buscando a mi agresor. Lo vi a un metro de mí peleando con alguien más, pero ante mis ojos eran solo dos manchas oscuras entre la lluvia, que ahora se había intensificado, dificultando mi visión. Mis párpados pesaban, a cada pestañeo se sentían aún más pesados, supe enseguida que el desconocido me había drogado de alguna forma. Las manchas negras, que se suponían que eran personas, se movían rápidamente. Una de ellas logró inmovilizar al otro, arrojándolo al suelo y lanzando puñetazos repetidamente a su rostro. Mis párpados se cerraron, no estoy segura de durante cuánto tiempo, cuando los volví a abrir, una de las figuras negras se acercaba a paso rápido hacia mí, a medida que avanzaba iba tomando forma. Justo mientras se cernía sobre mí, mis ojos no pudieron aguantar más y se cerraron, dejándome en la más fría oscuridad.

***

Debía despertar. Sabía que debía despertar. Así que, haciendo un gran esfuerzo, obligué a mis ojos a abrirse.

Parpadeé un par de veces, intentando aclarar mi visión y mis pensamientos. Por un momento no supe nada, ni qué había pasado, ni dónde estaba, ni qué día era, ni qué hora era.

Luego, los recuerdos volvieron como flashazos. Me habían drogado, habían intentado secuestrarme... ¿lo habían logrado? Mire a mí alrededor. Estaba en una habitación casi a oscuras, miré por la ventana y pude ver la lluvia cayendo a raudales del cielo.

Mi chaqueta había desaparecido, yo vestía mi camiseta sin mangas y mis vaqueros, una manta me cubría de los pies hasta los hombros. Me senté en la cama y la manta se deslizó por mis brazos hasta descansar en mi regazo. Quien sea que me trajo aquí, dudo que hubiera querido secuestrarme.

Miré la habitación buscando algo que me dijera dónde estaba. Las paredes eran de un tono oscuro de gris. Además de la cama, había un escritorio donde descansaba una computadora portátil, algunos papeles y una linda cámara fotográfica profesional, en la silla frente al escritorio encontré mi chaqueta.

Había algunos muebles, cajones y una gran pizarra pegada a la pared, ésta estaba llena de fotografías. Me levanté y me di cuenta que mis pies estaban descalzos, caminé por la habitación hasta que encontré un espejo en la pared, me miré y confirme que era un desastre. Mi cabello estaba un poco húmedo y despeinado, y el maquillaje en mis ojos se había corrido un poco. Ja, ¿resistente al agua? No lo creo.

Caminé hacia una fotografía enmarcada y colgada en la pared. En ella se mostraba a una mujer muy hermosa con un pequeño niño tomando su mano, ambos sonreían a la cámara. Algo en el niño llamó mi atención, tenía una oscura y despeinada melena color chocolate y una sonrisa tierna y contagiosa. Pero, quizás, lo que más me atrajo fueron sus ojos: pequeños, brillantes e infantiles ojos azules, tan intensos, como si hubieran tomado el mar y el océano, y los hubieran encerrado en ese par de ojos.

DispárameWhere stories live. Discover now