Capítulo 1

36.8K 1.4K 54
                                    

El caos en el edificio parecía ir en cámara lenta, el terror, el sufrimiento y la rabia se veían reflejados en el rostro de las personas, la música aún se reproducía en los parlantes, Philadelphia sonaba fuerte, como intentando imponerse contra el sonido de llantos y gritos.

Algunas personas se escondían bajo las mesas, algunas estaban heridas, otras lloraban, otros sacudían con fuerza el cuerpo flácido de otra persona pidiendo con ojos cristalinos que despertaran.

Era una pesadilla, excepto que no lo era, todo era real aunque mi mente se empeñara por convencerse de lo contrario.

Los disparos iban y venían, hiriendo y matando gente inocente. Me sentía entumecida, no podía moverme, estaba paralizada, todo desapareció a mí alrededor de tal forma que ya había olvidado que esto era una balacera.

Mi visión estaba borrosa y sabía que era a causa de las lágrimas, sentía mojadas mis mejillas. Mi ropa también estaba mojada pero no por lágrimas, me asustaba bajar la mirada y ver la mancha roja en mi camisa, el dolor que sentía era insoportable.

Él aún sostenía en su mano una pistola, sus ojos y los míos estaban conectados, el color de sus ojos era profundo y salvaje. Y, entonces, tuve miedo.

La parte ilusa e inocente de mí quiso creer por un momento que todo esto era una pesadilla y que me despertaría en cualquier segundo. Entonces su cuerpo se movió ligeramente hacia adelante y su ropa se manchó casi al instante de un color rojo (que casi no se notaba contra su chaqueta negra) producto de la bala que golpeó su espalda.

El dolor de mi herida se intensificó, quise gritar y correr hacia él pero mis piernas no respondían, su arma retumbó contra el suelo, otra bala aterrizó en su pierna y él cayó sobre sus rodillas, levantó la mirada hacia mí, sus ojos parecían perdidos y su brillo poco a poco iba desapareciendo.

Él abrió la boca pero lo único que escuché fue un suave susurro; un nombre, pudo haber sido cualquiera pero estaba casi segura de que había dicho mi nombre, estaba casi segura porque en ese momento sentí que me perdía a mí misma, por un momento no supe quién era ni qué estaba haciendo ahí. Sentí una punzada en mi cabeza y al segundo todo era negro.

Un año antes

—¡Hey! —exclamó Valeria dejando caer sus libros sobre el banco vacío a mi lado, yo había estado tan concentrada en el libro sobre mi escritorio que no la había escuchado llegar — ¿Dónde estabas?

—Aquí —contesté —. Todo este tiempo ¿Dónde estabas tú?

Resopló —En todos lados, buscándote —suspiró como si estuviera cansada, pero yo sabía que era solo actuación. Rodé los ojos.

—Debiste venir por aquí primero, genio.

— ¿Cómo lo sabría? —contestó Valeria sonriendo — ¡Ah, cierto! —golpeó teatralmente la palma de su mano en su frente —Olvidaba que eres la nerd de la ciudad. ¡No! Me corrijo: la nerd del estado.

Fingí una risa — ¡Eres comiquísima! Tu humor no tiene límites —dije sarcásticamente.

—Lo sé —contestó orgullosa.

Sonreí y cerré el libro. Antes de que pudiera decir cualquier cosa, varios grupos de estudiantes entraron a la sala. Detrás de ellos entró el profesor de literatura; un anciano con el cabello blanco y una barba que pondría celoso a Gandalf y Dumbledore. Cuando estuvo a punto de cerrar la puerta, una mano lo detuvo.

—Tarde, señor Dankworth —dijo el anciano con el tono que usaban siempre los maestros. Dankworth (un chico con despeinado cabello chocolate y ojos azules tan profundos como el océano) lo ignoró y tomó su asiento en una de las filas de atrás, no pude ver dónde, no voltee... ni siquiera me interesaba.

DispárameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora