Capítulo 26

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La puerta de entrada se cerró con un golpe seco. Jason acababa de salir.

Arrojé el pequeño juego de llaves al aire y lo atrapé antes de que tocara el suelo. Hace apenas unos minutos, sin que nadie se diera cuenta, me escabullí en la habitación de la madre de Val y saqué las llaves de la oficina de Jason en menos de un segundo.

Mi plan era simple: con las llaves, entraría a la oficina de Jason, buscaría los documentos con mi nombre y sacaría rápidas fotos con mi celular. Pan comido... eso espero. Decidí hacer esto sola; así que Valeria no tenía idea de mi plan. Hace unas horas, ella había entrado a su habitación y no había salido desde entonces.

Miré mi reloj de muñeca, marcaba las nueve y cuarenta de la noche. No tenía idea de a dónde había ido Jason, ni cuánto tiempo le tomaría regresar. Faltaban veinte minutos para que Alan esté aquí, así que debía darme prisa.

Ayer había hablado con Alan y le había contado todo sobre la conversación que había escuchado. Algo pasaría esta noche. Él había dicho que estaría aquí a las diez en punto, y averiguaríamos lo que esconde Jason.

Troté en silencio hasta la puerta de la oficina y empecé a probar, una por una, las llaves en la cerradura. A la tercera llave, se abrió. Con la adrenalina corriendo por mis venas, filtrándose hasta evaporarse por mis poros, caminé directamente hacia el armario donde había encontrado los papeles la última vez que estuve ahí.

Abrí el tercer cajón, ahora estaba un poco diferente: donde antes habían papeles y una gran carpeta negra, ahora había cantidades y cantidades de carpetas negras idénticas. Comencé a hojear una por una, rogando encontrarla lo más pronto posible.

Mientras miraba la quinta carpeta, pude reconocer el papel con información y una pequeña foto a un costado de Jim Stephen Grant, y supe que ésta era la carpeta correcta.

Pasé hoja tras hoja, con la velocidad suficiente para ver el contenido de cada una, pero las hojas se iban acumulando y no lograba encontrar el papel con mi nombre. Empecé a sentirme frustrada, pensando que tal vez Jason había sacado mis papeles de ahí. Y entonces me detuve y mis ojos se estrecharon frente a la amarillenta página de la carpeta. Había encontrado algo, pero no eran mis papeles.

Miré fijamente la foto preguntándome si serían la misma persona. Cabello chocolate, rebelde y despeinado, líneas y ángulos en su rostro, un poco más aniñado (tal vez tendría unos dieciséis) y un profundo mar azul en sus ojos.

Abajo se leía en letra grande y clara: Alan Jonathan Dankworth. Leí más abajo, donde había todo tipo de información, edad, padres, hermanos, patologías, historia médica, alergias. Sabía que no tenía mucho tiempo, así que lo próximo que hice fue sacar el celular de mi bolsillo.

—¿Qué haces? —Me congelé en mi lugar, la voz de Jason sonó tan cerca que me quemó la nuca. Contuve la respiración y no tuve el valor de responder, ni de moverme. Unos minutos (que parecieron horas) después, su brazo pasó sobre mi hombro y me arrebató la carpeta de las manos —no encontrarás nada tuyo aquí.

Algo en su voz envió miles de agujas heladas a mi espina dorsal. Voltee para encararlo, esperando encontrarme con un rostro que mostrara al menos un atisbo de ira, pero Jason se veía completamente inmutable. Serio, su rostro carecía de todo tipo de emoción, me recordó por un instante al padre de Alan. Abrí la boca, pero nada salió de ahí. No había nada que decir, él me había atrapado.

—¿Buscabas —habló de nuevo —algo en especial?

—Sí —dije forzándome a hablar para escapar lo más pronto posible de esa situación —me preguntaba si... tendrías... una engrapadora —mentí, pero a mis oídos fue una mentira muy pobre. Él rió secamente y sin emoción, casi de forma mecánica.

DispárameWhere stories live. Discover now