Capítulo 9

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Después de colocar algunas almohadas debajo de las mantas de mi cama, le dije a mamá que estaba cansada y que iría a dormir. Otra mentira más a la larga lista de mentiras piadosas que le he dicho a mamá.

—Me estoy volviendo una mentirosa por tu culpa —le recriminé a Alan mientras salía al balcón, él sonrió y se encogió de hombros inocentemente.

Encaré la noche y entonces recordé algo que era, probablemente, un problema.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —pregunté —estamos en el segundo piso.

—Escalé el árbol —él señaló un gran árbol que estaba, casi, cayendo encima del balón. Por supuesto, ese árbol era increíblemente grande, sus ramas ocupaban un espacio considerable del balcón. Me acerqué al borde y miré hacia abajo, suspiré ligeramente y sentí una sensación extraña en mi estomago. Yo tenía un ligero problema de vértigo, creí que lo había superado, pero al parecer no.

—No estoy segura —solté sin dejar de mirar hacia abajo. Miré a Alan de nuevo porque si seguía mirando hacia abajo vomitaría. Él abrió la boca para hablar, supe qué iba a decir, así que antes de que pudiera decir algo lo interrumpí —¡No soy una nena de mamá! Es que... —miré sobre mi hombro y hacia debajo de nuevo —estamos muy alto.

Alan se acercó a mi lado y miró hacia abajo pero, obviamente, a él no le afecto tanto como a mí.

—No, no es cierto.

—¡Claro que sí! No creo que pueda bajar por ahí —miré hacia el árbol y luego volví mi rostro hacia Alan, él me veía con una sonrisa divertida.

—Le tienes miedo a las alturas —dijo, no fue una pregunta.

No respondí inmediatamente. Miedo era una palabra muy fuerte... pero era cierto, así que asentí.

—No te preocupes —dijo él caminando hacia el árbol —No pasará nada.

Alan apoyó un pie en una de las ramas más grandes y me extendió una mano.

—No creo que pueda.

—¡Vamos! —me animó él —estarás conmigo, ¿qué puede salir mal?

Se me ocurrían varias cosas. Mis pies se movieron hacia donde él estaba y tomé su mano.

—Solo sígueme y sostente de las ramas más fuertes.

Asentí y él empezó a caminar, yo hice lo que él me dijo, mis dos manos estaban aferradas a las ramas más fuertes que encontré y mis pies se movían lenta y torpemente por la rama, casi arrastrándose, e hice todo lo posible por no mirar hacia abajo. La madera crujió bajo mis pies y por instinto bajé la mirada, grave error. Estábamos tan condenadamente alto, en mi mente se creó la imagen de mí cayendo al vacío y me detuve.

—¿Y si caigo? —dije sin moverme aún. Alan me miró sobre su hombro, miró hacia abajo y luego a mí otra vez.

—Bueno, no vas a atravesar el suelo —dijo él y volteó para seguir caminando.

—Gracias —dije irónicamente y obligué a mis pies a seguir caminando —¡Qué consuelo! Esperaba algo como: "no te preocupes no te dejaré caer"

Él rió y quise golpearlo en la cabeza.

—Pues, no. No voy a decir algo que tal vez no cumpla.

—¡Qué tierno eres con las chicas! —mi lado sarcástico salió otra vez.

—Lo sé, nena, me lo dicen todas —y su lado arrogante también salió —. Ya estamos cerca del suelo, ¿Nunca habías escalado un árbol antes?

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