Capítulo 23: Recaída

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TERCERA PARTE: ALMA.





—No recuerdo nunca haberte visto en este estado —me decía críticamente Drew, inspeccionándome con la mirada.

—¿Qué estado? —pregunté mientras encendía mi celular para comprobar una vez más que Rex no me haya mandado ningún mensaje, cosa que era extraña.

No había tenido noticias de él desde ayer por la tarde, y en cierta medida me preocupaba. Cada vez que él estaba fuera me mandaba un mensaje de buenos días, condimentado con algunas palabras sucias y pervertidas o extremadamente dulces. En esa ocasión el mensaje no había llegado.

—¡Así! —Me señaló de pies a cabeza—. Tan enamorada —eso último lo agregó con una sonrisa en su rostro—. Compruebas tu teléfono cada dos segundos, ¡tranquila, mujer! Ya te llamará.

—Lo sé, sólo me preocupo —suspiré y luego me mordí el labio inferior, inquieta—. Estoy acostumbrada a que salga con la banda, lo entiendo, es su trabajo, pero me inquieta el hecho de que tenga que estar rodeado de lo que fueron sus adicciones.

Drew, quién estaba sentada junto a mí en una banca de Central Park, me pasó un brazo por los hombros y me abrazó con animosidad, dándome fuerzas.

—Tenle un poco de confianza —inquirió al mismo tiempo que sonreía comprensiva.

—¡Confío en él! En serio lo hago, pero no confío en las personas a su alrededor —mi mente viajó directamente hacia Al y a lo que Rex me había contado sobre él en los días anteriores. Prácticamente había arruinado la vida del baterista y de su hermano Scott. Lo detestaba, tanto que mis manos se transformaban en puños con sólo evocar su recuerdo.

—¿Ya le has enviado un mensaje? —intentó ayudarme mi amiga. Ese día el azul estridente de su cabello estaba apagado y desteñido, haciendo que su habitual color saturado sea más bien un celeste desvaído.

—Varios mensajes, en realidad —me encogí de hombros e hice una mueca—. Es extraño que aún no me haya contestado.

Drew se incorporó en su asiento y bufó.

—De seguro se quedó sin batería o algo, no te preocupes más. Usa los minutos que te quedan de tu hora de almuerzo, antes de que tengas que volver al trabajo, haciendo algo más productivo —me animó parada frente a mí dando saltitos y moviendo activamente los brazos, como si la productividad fruyera por sus venas.

No pude evitar reírme ante su entusiasmo, y me incorporé.

—¿Qué sugieres, señorita productividad? —me mofé.

—No llegué a esa parte —me hizo un gesto con la mano como si no dejara que se concentrase—. La verdad no hay muchas cosas productivas que se puedan hacer en quince minutos —Drew se cruzó de brazos como una niña pequeña, como si le hubieran arruinado el plan.

—¿Cómo vas con ese físico culturista con el que salías? —le pregunté para cambiar de tema, y así poder despejarme. Las historias de los extraños novios de Drew siempre lograban hacerme reír.

—Es complicado —pasó la mano por su cabello celeste y lo acomodó hacia el otro lado de su cabeza, frunciendo el ceño—. Digamos que lo que tenía de músculo no lo tenía de cerebro.

—Eso nunca ha sido un obstáculo para ti —me burlé y ella me golpeó el hombro.

—No es obstáculo cuando se trata de sexo, claro está, pero no sé... —Drew se encogió de hombros, con aire pensativo—. No es el tipo de relación que busco últimamente.

La redención de los adictos ©Where stories live. Discover now