Capítulo 5: Recuerdos dolorosos

1K 62 9
                                    

—¡Al fin llegas! —exclamó mi amiga Drew, que contemplaba la situación extrañada.

—¡Me diste un susto de muerte! —Le acusé mientras Rex y yo nos levantábamos del suelo—. ¿Cómo entraste?

—Podría jurar que por poco me da un infarto —agregó el baterista al mismo tiempo, con una mano sobre el pecho

Mi corazón palpitaba desbocado, tenía la piel de gallina.

—Solo usé la el juego de llaves que está escondido detrás del extinguidor —explicó mi amiga con un encogimiento de hombros.

—¿Escondes un juego de llaves detrás del extinguidor? —Me preguntó acusatorio Rex—. ¡Es el truco más viejo del mundo! La próxima vez solo sal a la calle con un cartel que diga "entrada libre a mi casa, todos invitados".

—¡Oh Cállate, Tito! —Le dije, a lo que él me contesto frunciendo el ceño y sacándome la lengua—. Discúlpalo, está alterado —dije ahora dirigiéndome a mi amiga, que se reía.

Aprovechando la excusa de llevar las bolsas a la cocina, tomé a Drew por el brazo y la llevé conmigo. Necesitaba hablar con ella en privado.

—Tengo que contarte algo... —empecé, dubitativa.

—Es evidente —inquirió Drew, asintiendo—. Pero antes, ¿por qué él aún sigue aquí?

—¡Tienes que ver con lo que tengo que contarte! Escucha —pronuncié exasperada—. Invité a Rex a que se quede unos días en mi casa hasta que...

—¿¡Qué!? ¿¡Invitaste a Rex a vivir contigo!? —En otra situación los celestes ojos desorbitados de Drew me habrían hecho reír.

—¡Shhhh! —exclamé alarmada, y asomé la cabeza por la puerta para fijarme que Rex no estuviera escuchando, pero no lo vi por ninguna parte—. Quizá "invitar" no sea la palabra correcta.

Drew se cruzó de brazos, esperando a que continúe.

—Explícate.

Entonces le conté que en realidad Rex se había "auto-invitado" Dándome la opción entre acogerlo en mi dulce morada, nótese el sarcasmo, o echarlo de patitas a la calle.

También narré los hechos sucedidos desde que ella abandonó mi casa, más por sus indagatorias preguntas que porque yo tuviera ganas de contarlos.

—¡No puedo creer que vio esas fotos! —reía a carcajadas Drew en medio de mi relato.

Cuando al fin terminé de contar todo, emocionada, la chica de cabello rosado exclamó:

—¡Esto es grande! Imagínate que dirán nuestros amigos cuando se enteren de que tienes a Rex Tyler viviendo contigo.

—Querrás decir tus amigos —solté haciendo énfasis en la anteúltima palabra—. Pero eso no importa, la cosa es que no le puedes decir a nadie, es evidente que si la prensa se entera que está aquí ni Rex ni nosotras podremos vivir tranquilos.

En la cara de mi amiga se formó una sonrisa malévola. Claro, ella estudiaba actuación, por supuesto que no les molestarían las cámaras. Cambié de táctica.

—¡Por favor! Hazlo por mí, con todo ese jaleo es evidente que mi madre se enteraría de que lo tengo de contrabando en mi casa, y como tu bien sabes, eso, bajo ninguna circunstancia, puede pasar... Por favor, por mí —nunca me ha salido bien la cara de cachorrito triste, pero no estaba de más intentar.

Drew me miró con ojos entrecerrados, hasta que resignada dijo:

—¡Bien! No diré nada... pero deja de poner esa extraña cara, por favor —Y sip, esa era la reacción que la gente tenía ante esa mueca mía. Adorable.

La redención de los adictos ©Where stories live. Discover now