Capítulo 9: Ese maldito idiota

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Drew vino a verme al Banco, como usualmente hacía. Ella trabajaba como actriz en diferentes teatros y en algún que otro comercial, por lo que sus horas de trabajo eran muy inconstantes, y a veces tenía días completamente libres. Aunque no era todo tan bello como sonaba, Drew apenas llegaba a fin de mes, y yo lo sabía, aunque no me lo dijera. Era consciente de que era una de las razones por las cual seguía viviendo con su hermana.

Ella se apoyaba contra el mostrador en el que trabajo, y de vez en cuando acotaba algo mientras yo hablaba con los clientes. Las primeras veces me molestaba, pero luego me lo empecé a tomar a broma, y por eso la pasaba muy bien cuando Drew venía verme.

En cuanto tuve un segundo de descanso, le pregunté:

—¿Por qué Rex y tu estaban juntos ayer? —ya no podía más con mi curiosidad.

Ella entrecerró los ojos y miró hacia la nada. Estaba haciendo memoria.

—¡Vamos! No puede ser que no te acuerdes, pasó ayer —exclamé, impaciente.

—Amiga, no me acuerdo ni siquiera que desayune, dame un poco de tiempo —dijo irónica— Esta bien, veamos... Yo estaba de camino al teatro en mi auto, y entonces un sujeto cruzó corriendo la carretera. Yo frené justo a tiempo para no pisarlo, pero no pude evitar pegarle bastante duro con el vehículo ¡En el momento pensé que lo había matado! Entonces, como buena ciudadana que soy, me baje del auto a ver si estaba bien, y cuando lo veo ¡era Rex! Imagínate mi cara, era así —hizo expresión de completa sorpresa—. Le pregunté si se encontraba bien y me dijo que le dolía un poco la cadera, por eso lo llevé al hospital, dónde nos dijeron que todo estaba bien.

—¿Y por qué estaba corriendo? —pregunté.

—Me contó que unas fans locas lo habían reconocido y lo estaban persiguiendo, o algo así. La verdad no lo recuerdo bien —resopló frustrada.

—¡Drew, no sé cómo haces para retener tus líneas en el teatro, si tienes tan poca memoria! —le solté divertida.

—No puedes reclamarme nada, tú tienes poca retención de líquidos, y nunca me quejo cuando espero a que vayas al baño. Seamos justas aquí —bromeó y yo emití una carcajada demasiado fuerte, tanto que varios compañeros de trabajo se voltearon a verme.

No les di importancia, y seguí con mi interrogatorio.

—Puedo deducir que cuando salieron del hospital fue cuando me llamaron y me dijeron si quería ir a comer con ustedes, ¿cierto? —inquirí, volviendo otra vez al tema de Rex.

—Correcto. Que inteligente eres —se burló, y me despeino el cabello, como si fuera un perro—. Y hablando de ese tema, ¿Por qué no quisiste ir con nosotros?

Entonces le narré toda la historia del malentendido con la llamada, y para mi alivio, Drew corroboró la versión de Rex. Eso me dio un poco más de seguridad.

También le conté que volvió a dormir en mi casa y la pelea con mi madre, pero no le dije lo que pasó en la noche. Me pareció que debía mantener el secreto entre nosotros.

Salí del trabajo a las cinco de la tarde, como siempre lo hacía. Drew me había abandonado hacía ya un par de horas, por lo que volví a mi apartamento sola.

Apenas abrí la puerta, el ruido de la música llegó a mis oídos. Fue una sensación extraña. Mi casa siempre se encontraba en silencio.

Please don't put your life in the hands, of a Rock n Roll band, who'll throw it all away... —escuché cantar a Rex desde la sala.

Me quité mi abrigó y mi gorro, y los colgué del perchero, pero él no pareció escucharme.

Gonna start the revolution from my bed, cos' you said the brains I have went to my head —siguió entonando al ritmo de la canción original, que sonaba de fondo.

La redención de los adictos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora