Capitulo Diez

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Nuevamente por estos lados, por esta zona con el mismo objetivo desde un principio: saldar mi deuda. Estoy parada en la misma vereda donde observe por primera vez Bora Bora, solo estoy al otro lado de la calle, a unos segundos del lugar que cambiara mi vida al completo. La luz purpura ilumina el cartel con las letras indicando el lugar del sitio, y una fila que parece no terminar de jóvenes y no tan jóvenes esperando poder acceder a la planta de abajo a beber un trago o bailar hasta morir. Por un momento, pienso como se puede vivir dos vidas paralelas. Durante el día camarera de una cafetería, por la noche mujer de un desconocido. Madre al tiempo completo. Cierro mis ojos y suspiro, esto solo es temporal y acabara pronto, tan pronto como logre conseguir el dinero.

Cruzo tras mirar hacia ambos lados aferrándome a la tira de mi bolso que cuelga de mi hombro. Pienso que no será necesario mostrarle la tarjeta que me ha dado Santana nuevamente al gorila que espera en la puerta. Nos volvemos a ver, y está claro que con la mueca en sus labios que me regala, ninguno de los dos está muy contentos de volver hacerlo.

- Buenas noches, señorita.

- Buenas noches. - asiento. ¿Y ahora qué? - ¿Tendré que volver a gritarte para que me dejes pasar o esta vez simplemente serás educado y dejaras que todo permanezca en paz?

Abre sus ojos y se sorprende por mi rudeza. ¿Quién pensara que en mi mediano tamaño alojo una fiera dispuesta a comerme entero a cualquier gorila? Pues así soy yo, no me dejare pisotear desde el comienzo.

- Usted ya no pertenece a la clientela. No debe acceder por aquí, pero si así lo desea la dejare pasar. - toma la cadena que impide el paso de todos nosotros y espera a que yo le de mi veredicto para proceder.

- ¿Por dónde entrare sino?

- Por su zona. - habla con obviedad, sin darse cuenta que otro detalle más se ha escapado de las manos de Unique. Silencio, bueno no del todo ya que algunas muchachas se quedan de mi presencia por demorar su entrada.

- ¿Dónde es?

- Rodeando el bar. En el callejón hay dos puertas. Usted debe acceder por la negra.

- Muy bien. Gracias. - Tal vez nuestro trato comience con el pie derecho de una vez, pero no me confiare aun.

Camino contra la dirección en la que todos esperan recibiendo miradas raras, desafiantes y algunas desinteresadas. Los hombres en su mundo hablando del último partido de su equipo, de su odioso jefe o de su conquista la noche anterior. Las mujeres criticando la ropa de la muchacha que se encuentra a pocos pasos de ellas en la fila, de chismes sobre una amiga de la amiga, o lo descarado que fue el chico que conoció al no volver a llamarla, por supuesto que las miradas que recibí con ceño fruncido ha sido de la platea popular de mujeres que a mis espaldas seguramente estarán comentando mi vestimenta. No he cambiado en absoluto, sigo con mi tapado negro cubriéndome hasta las rodillas con un vestido negro hasta la misma altura con mangas tres cuartos sin mostrar mucha piel.

El callejón por fin se muestra frente a mis ojos y pido permiso a un grupo de chicos recibiendo sonrisas y halagos. Solo espero que ninguno de ellos me siga tras verme adentrarme en este sitio. No es un mugroso callejón como aparece en las películas, todo está limpio, no hay basureros mucho menos ratas chillando por ahí. Al final puedo ver entre la oscuridad un portón negro con bastante presencia como para llamar mi atención. Solo hay un foco purpura sobre mi cabeza, colgando de la pared. Una puerta negra y a su lado a unos tres pasos otra color purpura, como no podía ser de otra manera. Tomo el pomo de la puerta con mi mano derecha y parece cerrado, pero inmediatamente se abre sola llevándome una nueva sorpresa. Otro gorila, pero de especie diferente al irritante de la puerta de entrada me recibe con su ceño fruncido.

THE BLACKLISTWhere stories live. Discover now