Sin Luz

64 3 5
                                    

—Vamos, acompáñame di que sí —rogaba Susan.

—No me siento cómoda en terno de baño.

—Ponte unos jeans y una camiseta, da igual como vayas vestida.

—No da igual, no irías a una boda vistiendo pijama ¿verdad? igualmente si vas a una fiesta en una piscina debes usar terno de baño.

—Te necesito ahí, no conozco a nadie más. Di que sí, hago lo que tu quieras, anda, di que sí.
No me hagas suplicar más.
Dime que sí, y te prometo lavar los platos por dos semanas —finalizó Susan

—Eso ni tu te lo crees —respondí fríamente

—Sí tienes razón, es demasiado cruel.
Ok. Una semana entonces.

—Susan —me quejé

—Ok. Ya, está bien, te prometo que serán tres días y sí lo voy a cumplir, si no lo hago puedes quedarte con mi bolso fucsia —dijo con los ojos muy abiertos.

Ella lo estaba diciendo en serio, porque amaba ese bolso más que a su propia vida.

—¿Tres días? —repetí y la miré fijamente.

Siiii —afirmó con su cabeza y una sonrisa que le cubría todo el rostro

Terminé aceptando

—Eeee —celebró Susan, y corrió a abrazarme.

—No hagas eso, vas a arruinar el drip ¡Suéltame! —chillé

—Te amo, te amo, te amo —masculló Susan mientras me besaba en cada mejilla repetidamente, tras unos segundos me soltó con el mismo ímpetu y salió corriendo hacia la puerta.

Yo terminé de colocar las fresas sobre el pastel y lo guardé en la nevera.

El resto de ese día fue agotador pero bastante cotidiano, hornear, limpiar, decorar pasteles y cupcakes, hasta aquí aún pasaba por normal

*****

—¡Ela! Sales en 30 segundos o me voy sin ti —gritó Teo desde el auto.

—!No! Ya estoy aquí —respondí casi sin aliento al llegar a la puerta del auto—

—¿Por qué siempre es lo mismo contigo?

—Es que odio levantarme temprano, por eso en las mañanas siempre me atraso y cuando estoy aquí no me quiero ir.

—Es imposible que alguien no quiera irse de su trabajo —reclamó Teo con un rosto asqueado.

—Yo amo el mío —afirmé—

—Yo amo el mío —repitió Teo muy molesto tranto de imitarme con una voz chillona. —Que me da igual que ames el tuyo, yo odio el mío solo lo soporto porque....

Teo dejó de hablar repentinamente.

—¿Por qué? —Pregunté

—Porque necesito el salario nada más... ya vámonos, hay un partido muy importante y me lo estoy perdiendo por tu culpa.

Teo se abrochó el cinturón y empezó a conducir, llegamos a mi casa, —hasta mañana le dije al bajar del auto— Él me hizo un gesto rápido con la mano y aceleró, los neumáticos rechinaron sobre el asfalto, llevaba mucha prisa.

Subí a mi departamento, colgué el bolso en el perchero, me quité los zapatos, saqué mi celular, lo coloqué sobre una pequeña mesa que tengo en la entrada junto con las llaves.

—Quiero escuchar a Sebastián Yatra.

—Reproduciendo fantasía de Sebastián Yatra— se escuchó la voz del asistente

La magia de ElaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora