15.2. De magia y estrellas

6 1 0
                                    

Ghost - Jacob Lee

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ghost - Jacob Lee

Astra no me habló ni me miró durante algunas horas al día siguiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Astra no me habló ni me miró durante algunas horas al día siguiente. A mediados de la mañana ella entró a mi sección. Tenía la capa cerrada al frente y una mirada seria. No me saludó cuando se acercó, tan solo se detuvo frente a mí y abrió su capa.

Algo saltó, blanco y negro, peludo, pequeño. De ojos azules y grandes, con una herida en una patita delantera y una mirada llena de miedo. Un gato. En cuanto el gato saltó corrió como pudo a una esquina, se acurrucó con los ojos bien abiertos y miraba hacia todas partes. Temblaba, casi pude oír su corazón galopar a toda velocidad.

—Es callejero, alguien lo hirió hace tiempo. Debes curar su herida y ganarte su confianza —dijo ella en tono neutro—. No puedes usar el Filtro en tus compañeros, no es correcto ni seguro. Pero debes practicar.

Miré al gato acurrucado, muerto de miedo, y luego a ella.

—¿Puedo usarlo en animales?

Esa fue mi única pregunta. Algo sabía sobre ese código de los dones entre dioses. No podía usarlo en ellos por la misma razón que Sara tampoco lo hacía, era mal visto y una invasión. Eso me dijo Evan en algún momento.

Astra se dio la vuelta.

—Tienes el día de hoy para conseguirlo. Ponte a trabajar.

Y de nuevo me dejó sola. Sola con el gato.

Solté un suspiro. No tenía idea de cómo hacerlo y sabía que Astra no me lo diría. Aún seguía molesta por mi comentario sobre Atenea.

Miré al gato agazapado en el rincón, con los ojos bien abiertos y temblando de miedo. Lo miré por unos minutos antes de decidirme a acercarme. Despacio, con cuidado y visibles todas las partes de mi cuerpo. El gato me gruñó, acurrucó más su cuerpo a la pared; sus ojos saltaban desde mi cabeza hasta mis pies, como si esperara el movimiento final de mi parte.

Estiré mi brazo, despacio, mirando a sus ojos y tratando de transmitirle toda la confianza que pude.

Pero no fue suficiente. Un movimiento repentino y ágil, un ataque a mi brazo, un rasguño largo, casi del largo de mi antebrazo. Ardió. Lo retiré de inmediato y me recogí, el gato hizo lo mismo y me gruñó con más fuerza. Una advertencia.

Kamika: Dioses GuardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora