7. Demasiadas mentiras

1.8K 204 99
                                    

Everytime We Touch - Cascada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Everytime We Touch - Cascada

Al terminar las clases Andrew nos esperaba acompañado de Evan, por lo que volvimos juntos a casa de Sara

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Al terminar las clases Andrew nos esperaba acompañado de Evan, por lo que volvimos juntos a casa de Sara. Mientras Evan iba con nosotras, Andrew se encargaba de mi moto. No discutí cuando él sugirió que fuera con ellos, al parecer el día estaba demasiado oscuro y eso atraía a las Harpías, era más seguro con algo sobre mi cabeza que sirviera al menos de obstáculo hacia ellas. Sin embargo, una parte de mí me decía que lo hacía solo parar usar mi moto libremente. Si seguía así de controlador con mi Suzuki, le empezaría a pedir ayuda con las cuotas del seguro.

Retomé lo poco que sabía, de ellos en específico. No tenía más información más allá de saber sus nombres completos: Evan Cowater y Andrew Knight. Y lo sabía por pura casualidad luego de preguntárselo a Sara y que me respondiera de forma automática.

—Evan. —Llamé su atención—. ¿De dónde son tú y Andrew? ¿En dónde viven? Quiero decir, mientras están en Michigan.

Sara me dirigió una mirada de reojo, mientras que Evan me miró con ternura por el retrovisor. Andrew, al lado del auto, no hizo ademán de oírnos, pero sabía que lo hacía. Si podía oír mi corazón, un vidrio no interrumpiría su capacidad auditiva.

—De Ohio —tan solo dijo—. Y sobre lo otro... ¿Recuerdas ese pequeño hotel que está frente a Prados Mágicos?

No era un hotel grande, ni mucho menos conocido. Dos plantas, pocos metros cuadrados, fachada de pintura gastada. Lo usaban las personas que entraban al estado como sitio de descanso, y cuando los universitarios no querían meter a sus parejas al conjunto residencial.

Asentí.

—Vivimos en la segunda planta.

Levanté las cejas. Por lo general era un lugar que muchos solían evitar, incluso mis vecinos iniciaron una protesta para desalojarlos y tomar el espacio para expandir el estacionamiento.

—Vaya, deben estar desesperados.

Una risa encantadora salió de la garganta de Evan, como si fuera un chiste en más de un sentido.

Kamika: Dioses GuardianesWhere stories live. Discover now