30. El secreto mejor guardado

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Elastic Heart - Sia

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Elastic Heart - Sia

Me revolví en la cama hasta que la incomodidad me ganó y me levanté luego de tirar lejos las mantas

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Me revolví en la cama hasta que la incomodidad me ganó y me levanté luego de tirar lejos las mantas. La tenue luz que entraba por la ventana me dio a entender que aún era de noche, lo que comprobé al observar la hora en el reloj digital de la pared frente a mí; eran las cuatro de la mañana

Todo se veía tan tranquilo, tan apacible, que era como si nada fuera a pasar, como si solo se tratara de un día más. Cuando en realidad las ansias y el miedo por lo que nos deparaba el futuro me consumían por dentro.

Era perturbador, provocaba que mi corazón latiera con rabia, por lo que prefería no pensar en eso.

Miré más allá de mi cama, donde se encontraban durmiendo plácidamente las demás, excepto Astra por supuesto. Me levanté con cuidado para que no me descubrieran y me dirigí a la puerta de la habitación. Necesitaba aire fresco, quizá así calmaría un poco el torbellino de sensaciones que me atormentaba.

«—¿A dónde crees que vas a esta hora?»

Me volví hacia la nueva voz y contemplé a At sobre el espaldar del sofá. La había visto antes de acostarme; al parecer a ella le gustaba dormir en sitios así, con la cabeza entre las alas como digna ave normal. ¿No se suponía que esas aves eran nocturnas? No importaba, para ella parecía no regir ninguna ley natural.

Me miraba de forma acusadora, casi con desconfianza, como si me considerara algún tipo de enemigo o amenaza. Estaba bien que no creyera en mí y todo eso, pero tampoco tenía que pensar en mí como una delincuente.

Le hice una señal de silencio con la mano, procurando que su notable voz no despertara a mis dos amigas. Tarde fui consciente de que yo era la única que podía escucharla, lo que me hizo sentir tonta y lo que provocó que ella ladeara la cabeza como si buscara el tornillo que me faltaba.

—Necesito aire fresco —susurré—, no puedo dormir.

Ella levantó sus alas otoñales, y con uno que otro delicado aleteo se posó sobre mi hombro. Sus movimientos se sentían perezosos, con cierta resistencia, como si tener que permanecer a mi sombra fuera algo que estuviera por completo fuera de su naturaleza.

Kamika: Dioses GuardianesWhere stories live. Discover now