22. Tormenta de dolor

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One Last Time - Ariana Grande

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One Last Time - Ariana Grande

El olor a sal era evidente, igual que el movimiento de las olas a nuestro alrededor

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El olor a sal era evidente, igual que el movimiento de las olas a nuestro alrededor. Las aves volaban alegremente por el cielo, probablemente emigrando, y la brisa era perfecta. No podía negarlo, ese viaje era mejor de lo que imaginé, y es que el viento y velocidad me recordaban a cuando manejaba mi Suzuki.

Por suerte no hacía frio, o al menos no el suficiente para usar sudadera; así que mi atuendo era una simple camisa con un short y zapatillas deportivas. No alcanzaba a ver más allá del océano, ya estábamos demasiado lejos de alguna ciudad o isla, nos encontrábamos en medio de la nada.

A Cailye todavía le causaba dificultad acostumbrarse al constante movimiento bajo nuestros pies, aun después de una semana. Los primeros tres días fueron los peores, la pobre chica no dejaba de vomitar, pero para el cuarto día ya se encontraba mejor. Y Daymon, al igual que la rubia, sufrió de mareos. Los demás estábamos bien, éramos más resistentes a eso, más o menos.

Sara, a mi lado, me entregó una botella de agua que tomó de la cocina, mientras Cailye y yo continuábamos con la vista fija en el océano. Hacía unos quince minutos que nuestro entrenamiento de ese día terminó.

—¿Y la mía? —interrogó Cailye con una ceja enarcada.

—Ve por ella —respondió Sara con indiferencia, a lo que la rubia le respondió frunciendo el ceño.

—Toma. —Le ofrecí mi botella para evitar una discusión irrelevante.

Ella sonrió y aceptó mi ofrenda sin problema.

Había entrenado con todos en el barco, excepto con Astra, pero con quien mejor me entendía en los movimientos era con Daymon. Era increíble lo conectados que podíamos llegar a estar, era como si uno fuera el reflejo del otro, como si hubiera un espejo entre nosotros.

—No deberías darle gusto, la malcriarás —comentó Sara, observando a Cailye beberse mi agua.

Sonreí.

—Ya estaba así cuando la conocí, no fue por mí.

Desde la cubierta, donde estábamos, alcanzaba a ver a los chicos en la sala de juegos, probablemente estaban jugando billar, como se volvió su costumbre siempre a esa hora. Y en cuanto a Astra... no sabía en dónde se metió.

Kamika: Dioses GuardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora