Resistencia al cambio

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Arista

Los humanos me parecían divertidos. Su mundo cambiaba mucho más rápido que el nuestro por lo que Max se mantenía mucho más ocupado con los negocios que los involucraban a ellos que a otras razas y yo algunas veces podía ayudar con las otras razas pero... los humanos para mi eran un asunto en el que prefería no meterme.

Disfrutaba observándolos, por eso me parecían tan divertidos.

Aunque ahora me irritaban bastante.

- ¿Tienes cita con el presidente? - Preguntó la recepcionista de cabello negro, no me perdí el dato de que me miró despectivamente de arriba hacía abajo, parecía estar en una edad media.

Miré mi atuendo, ¿Había algo mal? Llevaba un vestido de escote discreto, floreado de tonos claros, unos zapatos de piso color blanco y mi cabello rojizo estaba recogido en un moño decente. Tal vez era porque no parecía que venía a hacer negocios.

- No, pero pueden decirle que Arista Schevert lo busca.- Les dije sonriendo y tratando de ser amable con mi tono.

Ellas sacudieron la cabeza.

- El señor Arscorth no recibe a nadie que no tenga cita.- Dijo con tono seco.- Puede volver mañana en el horario de atención de solicitantes normales para agendar una cita... Creo que hay espacio para dentro de tres años.- Sonrió.

Puse mi mano sobre el mostrador.

- Soy su prometida.- Me incliné hacía ella.

Ella se rió.

- Y yo la amante.- Le hizo una seña a dos guardias que se pusieron detrás de mí. Ella se inclinó.- Mira niña, vienen muchas locas como tú que dicen ser su novia, su amante, su esposa y todas ellas se veían mejor que tú.- Hizo un gesto sobre mi cabello.- Eres lo último en lo que se fijaría el presidente, así que deja de hacerme perder el tiempo y vete.

Uno de los guardias me tomó del brazo pero me sacudí.

- Puedo caminar sola.- Les dije y luego suspiré antes de marcharme.

¿Qué debía hacer? No me gustaba molestarlo en su trabajo pero había perdido mi bolso donde tenía las llaves de la casa, del automóvil, mi dinero y el teléfono. Debía de dejar de ser tan distraída.

Rodeé el edificio y noté que había una puerta trasera por la que salía uno de los empleados. Esperé pacientemente hasta que salió otro y me apresuré a entrar antes de que se cerrara, pero luego gemí al ver todas las escaleras. Estaba segura de que me había dicho que su oficina estaba en el último.

Maldije a la recepcionista y comencé a subir.

Incontables escalones y ochenta pisos después estaba sumamente irritada y cansada. Podría volar pero no me arriesgaría a que nadie me viera. Finalmente arrastrando mis pasos di con la puerta que me daba hacía el último piso y entré a una estancia que llevaba a una oficina hacía el fondo. Mi cabello ya estaba suelto, se me pegaba a las sienes y podía apostar que se me había esponjado por la humedad. Muchos trabajadores se me quedaron viendo como si hubieran visto a una loca, probablemente eso parecía. Apresuré el paso y tomé el pomo de la puerta cuando una mano me detuvo.

Me giré y me miraba una pelirroja artificial con una sonrisa forzada.

- ¿Quién le permitió entrar? - Preguntó.

Quise gritar.

Era ex reina dos veces de las hadas, había peleado dos guerras a lo largo de mi vida y estaba colandome por la parte trasera de la empresa que en parte me pertenecía como una ladrona. La ironía en sí misma era molesta.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now