¿Qué tan lejos podía llegar la locura de un Eckhart?

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Cayden

Estaba siendo egoísta.

Y era un mentiroso sin igual.

Tenía la autorización para volver a la capital pero la destruí entre mis manos sin pensarlo dos veces. Ya lo había hecho algunas veces en el último año aferrándome a la presencia de cierta pelirroja.

No pensaba dejarla ir y ni siquiera sabía muy bien qué era lo que quería de ella, no la deseaba pero no podía alejarme ni permitirle desaparecer. Me senté en la que antes era mi cama, el material suave se hundió con mi peso, tomé su cabello entre mis manos, era suave y olía fragante. Está niña había crecido en un entorno obviamente lleno de calidez y alejado de todos los problemas actuales, estaba demasiado mimada y no sabía sobrevivir por sí misma, pero tal vez solo por eso tenía un corazón tan cálido que terminaba empatizando con todos a su alrededor.

Reía, lloraba, se molestaba y mostraba desagrado sin ninguna treta, era sincera completamente y eso era tan peligroso como refrescante.

Así solía ser Caliope cuando estaba con Maxwell, cuando su hermana vivía, antes de que todo se convirtiera en lo que era ahora. Tal vez por eso me aferraba tanto a la pelirroja... O solo estaba siendo un bastardo sin arreglo. Cualquiera que fuera el caso estaba planeando retenerla, aunque fuera solo por el placer de verla siendo feliz, eso me aclaraba la mente y sentía que él odio que llevaba dentro se calmaba, como si pudiera recuperar parte de mi alma que se había perdido junto con todo lo que había amado.

- Enoch, Enoch, Enoch.- Mi hermana mayor me picaba las mejillas mientras trataba de concentrarme en la lectura. El día de hoy estaba particularmente alegre, ella tomó mi libro y lo dejó lejos de mi alcance antes de sujetar sus trenzas rubias.- Mira, hoy me peiné diferente, ¿No crees que luzco hermosa?

- No.- respondí y ella infló sus mejillas de manera infantil, aunque claramente tenía muchos años más que yo, llevaba su vestido con las mejores telas y las joyas adornaban su cuerpo haciéndola ver cómo la joya de la familia Eckhart y eso era lo que representaba, la princesa intocable, bajé la mirada hacía la pulsera en su tobillo que significaba esclavitud, era muy bonita sin duda pero no dejaba de ser una clara señal de que tenía dueño. Cualquiera que se atreviera a respirar cerca de ella terminaba sin cabeza.

La obsesión de la familia era sin duda algo me daba miedo.

Lirelle sonrió incómoda al ver dónde estaba mi atención y entonces se puso tensa al escuchar los pasos que se aproximaban detrás de ella. Abaddon Eckhart, el príncipe heredero y mi hermano mayor sostuvo a Lirelle de la cintura y bajó su nariz hacia su cuello, inhalando profundamente su aroma sin importarle que yo estuviera viendo.

Abaddon asesinó al prometido de nuestra hermana cuando se atrevió a besarla frente a él y la obligó a permanecer a su lado sin preguntarle si era lo que ella quería. La única debilidad del príncipe heredero de los Eckhart era su obsesión enfermiza con Lirelle. Mi padre lo condenaba por ello pero a él no le importaba, aún así no pude evitar sonreír cuando lo ví lleno de sangre con su equipo de pelea, lo admiraba porque era el único que parecía consciente de que los Varion nos querían declarar la guerra y él ya estaba peleando por cuenta propia.

- ¿Estás molestando de nuevo a nuestro hermano menor? - Le preguntó cuando levantó la cabeza hacía mi dirección.

Lirelle sonrió y se dió la vuelta.

- Le pregunto a Enoch si me veo bonita.- Dijo ella llevando las manos hacia su falda.

Mi hermano me miró y levantó una ceja. Temblé y me apresuré a responder.

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