La posesividad de Maxwell

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Maxwell

En el mundo había escasas cosas que me provocaran emociones, pero había una en particular que no podía controlar fácilmente y me volvía loco la mayor parte del tiempo.

Tenía nombre.

Un cabello rojo del que no podía despegar la mirada.

Y cuando quería era terca, voluntariosa y quería mandar como si no hubiera dejado de usar la corona de reina reinante.

- No.- Me arrebató la hoja de registro final de nuestro matrimonio y lo rompió frente a mi.- Me rehuso a convertirme en una Arscorth.

Fruncí el ceño y me crucé de brazos.

- Te has casado con un Arscorth, serás una Arscorth.- Traté de ser paciente, últimamente era mucho más sensible y cualquier variación de mi estado de ánimo le afectaba a un nivel completamente nuevo.

Arista sacudió la cabeza y copió mi postura. Traté de no sonreír por el gesto de intimidación que planeaba hacer, pero solo podía verla con cada vez más ternura y me provocaba más ideas que la de tranquilizarla.

- Me rehuso a renunciar a mi apellido.- Me miró a los ojos y levantó una ceja.- Me quedaré como Schevert y...- Señaló su abdomen abultado.- Él o ella también.

- ¿Por qué? - Pedí una explicación.- ¿No cambiaste tu apellido por Eckhart acaso? - Entorné los ojos hacía ella con los celos recorriendo mi pecho. Cayden Eckhart estaba muerto, pero me seguía molestando enormemente su nombre y su recuerdo. ¿Y si lo borraba de su memoria? ¿Se molestaría mucho si alguna vez lo recordaba?

Le había dicho a Cayden claramente que solo tenía una oportunidad en la vida, mi ira solo disminuyó ligeramente cuando se sacrificó por su hijo, pero no olvidé mi promesa. ¿Sabía quién era ahora? Si, lo sabía. ¿Había cumplido con la otra parte de mi venganza? Él no la recordaría, no mientras yo estuviera vivo.

Aunque no podía borrar de mi cabeza las palabras que escuché esa noche.

- ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? - La voz estaba a mi espalda y me tensé de inmediato. No lo había escuchado, sentido o percibido hasta que habló, pero el poder que de repente dejó caer se sentía como un opresor. Mis instintos reconocieron un leve aroma a copal. No me permití moverme o ponerme a la defensiva. Morir o no... si hubiera querido matarme lo habría hecho en vez de iniciar una conversación sin sentido.

Miré al niño que dormía plácidamente sin saber quién había sido, podría matarlo, pero no lo haría. No por falta de ganas, si no por la posición en la que el destino le ayudó a sobrevivir al filo de mi espada.

- Siempre cumplo con mis promesas.- Murmuré al desconocido detrás de mí.

Escuché un cortó suspiro.

- Incluso la venganza se paga, Lucius Maxwell. Alterar el destino nos hace pagar las consecuencias, piensalo antes de hacerlo.- La opresión desapareció y giré mi cuerpo encontrándome con la nada. ¿El destino? Volví mi atención al objetivo original. El destino de Cayden Eckhart en su segunda vida podía decidirlo por sí mismo, pero lejos, muy lejos de Arista Schevert.

Alterar el destino nos hace pagar las consecuencias... Me pregunté una y otra vez que quiso decir con ello, pero no importaba cuanto pensara en ello. No había manera de llegar a una conclusión, aunque sospechaba que habría un momento en el que entendería el precio a pagar por llevar a cabo el final de mi promesa.

Caliope/Arista no contestó bajando la cabeza por un momento y mordiéndose el labio antes de hablar en voz baja.

- Porque....- Respondió juntando sus manos con evidente nerviosismo.- No quiero ser la cuarta.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now