Calentando el regazo del vampiro

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Julia

Miré hacía mis manos como si me interesara ver las líneas ya familiares en mis palmas, misma situación, mismo tormento. Mi madre seguía llorando desde que entré.

La vieja yo habría estado angustiada y tratando de consolarla sin descanso, sintiéndome culpable por existir, por arruinarle la vida, pero... ya no era esa Julia. Estaba agotada de lo mismo.

Pensé en la factura del hospital que acababa de pagar y si no fuera por la cuantiosa suma que recibía en mi trabajo no habría manera de pagar los caprichos de mi madre.

Un nuevo "intento" de suicidio de su parte me tenía aquí sentada.

- Tu padre es un miserable.- Comenzó entre hipidos.- Él está allá con su nueva esposa, disfrutando de su juventud y yo aquí, queriendo morirme, sin vida y sin futuro.- Apretó las sábanas en sus manos.- Yo era muy joven, estaba a punto de debutar como bailarina, estúpida y creí en todo lo que me dijo.- Me miró.- No tengas hijos, Julia. Arruinará tu vida, te quitará toda la posibilidad de que seas feliz y sobre todo, nunca, nunca te involucres con un hombre divorciado.- Tomó mis manos.- Te arruinará, te va a hacer creer que te puede dar el mundo antes de quitartelo y dejarte así.

Cerré los ojos, era la misma historia desde que tenía quince años, ya estaba fastidiada. Me separé de ella.

- Descansa, madre.- Me acerqué a la puerta.- Mañana vendré a llevarte a casa.

- ¿Me lo prometes? - Preguntó deteniéndome.- ¿Me prometes que no vas a cometer el mismo error que yo?

- Si, mamá. Lo prometo.- Dije sin darle importancia antes de marcharme.

Había tenido dos días para pensar sobre la verdad de mi jefe y su vida no me afectaba, ya fuera un vampiro o lo que sea, no podía dejar ir el mejor trabajo que tenía solo por eso. Necesitaba el dinero y estaba dispuesta a pretender que nada había pasado. Así que al día siguiente volví.

***

Maxim... No, Lucius me aceptó sin preguntas y retomé fácilmente mi trabajo, las horas de la mañana se convirtieron en tarde y dudé un momento antes de salir de su oficina.

- ¿Algo más, Julia? - Preguntó con un tono más amable, como si quisiera tranquilizar mis nervios.

Me di la vuelta y me acerqué de nuevo.

- ¿Quienes más aquí no son humanos? - Pregunté y él tuvo un indicio de sonrisa antes de contestar.

- El sesenta por ciento de esta empresa está conformado por humanos, el resto no.- Contestó.- Ninguno puede hacerte daño si respetan los acuerdos.

Respiré profundamente, pensar que estaba rodeada de diferentes razas me dio una sensación de inseguridad mayor por el miedo a lo desconocido, pero seguí preguntando, curiosa.

- ¿Los acuerdos?

Lucius asintió.

- Si, son reglas que imparte el consejo de inmortales para mantener la paz entre las razas.- Contestó.

- ¿Y qué es el consejo?

- Son inmortales con demasiado poder que regulan el comportamiento de cada raza, incluyendo las monarquías.

- ¿Tienen monarquías? ¿Incluso en este tiempo? - Me parecía extraña la idea de la familia real y también me pregunté cómo eran, me imaginé que serían el principal atractivo de sus respectivas razas, así como en Inglaterra todos parecían muy pendientes de lo que hacía la familia real.

- Si, la mayoría de las razas a excepción de los humanos, los demonios y las brujas tienen un sistema monárquico.- Él dijo.- Las brujas tienen aquelarres pero tienen también a un brujo que se encarga de controlarlos y los demonios son tan escasos que no tiene caso, pero igual son manejados por uno de ellos.

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