La obsesión de Abigail Legrell

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Abigail Legrell

Desde que Arista Schevert se convirtió en la reina y su familia entró a los reflectores de la nobleza pude conocer por primera vez el rostro masculino perfecto por el cual me tomaría la molestia de tener hijos.

Solo por ver ese rostro y ese cabello en un hijo mio.

Tenía una verdadera debilidad por lo excéntrico y Eton Schevert quien se atrevió a asistir a su debut familiar sin la camisa interior, un reloj desgastado y el cabello rojo tan llamativo mal peinado me llamó la atención de inmediato. Aún más por los desarrollados músculos que se marcaban aunque él quisiera evitarlo, había elegido mal la talla de su ropa, pero yo fui quizá la única agradecida por eso.

No era precisamente una persona tímida.

Quería desnudarlo y verificar cada parte de ese cuerpo a conciencia. Disfrutar de ese chico recién salido del campo y mostrarle lo mucho que se puede caer en la tentación. Había intentado acercarme pero yo era consciente de que mi cuerpo lleno de curvas y músculos no se podía comparar con el delicado rostro de Charlotte junto con sus suaves formas, pude ver desde que el puso sus ojos en ella que no tenía caso buscarlo.

Me había divertido lo suficiente con cierta cantidad de mujeres como para conocer mi propio placer junto al de ellas y con los hombres solo había llegado hasta cierto punto, pero cuando los levantaba para ponerlos encima de mi se cohibían y no querían terminar lo que empezaron, uno incluso se atrevió a decirme que era un favor que quisiera tener sexo conmigo. Inexperta no era pero... se podría decir que todavía era virgen.

Y quería deshacerme de ese problema con Eton Schevert, fue lo que pensé al verlo de nuevo.

El caos estaba presente y todos los invitados huían para proteger sus identidades, pero ya había llegado su momento de caer. Era el cebo perfecto para que el rey pudiera cambiar el poder sobre muchas de las familias que habían apoyado a Ella Varion. Fui enviada por su majestad precisamente para supervisar esta situación, así que desplegué a mis hombres y les ordené que me trajeran a la familia que caería en la peor desgracia: los D'legrette.

- ¿Qué hace aquí la sección militar de delitos nobles? Este caso me pertenece.- Me giré ante la voz masculina y enojada.

- Son órdenes de arriba, trabajemos en conjunto.- Estiré mi cabeza hacía arriba reconociendolo de inmediato. Cabello pelirrojo y ojos verde bosque, una versión masculina de la ex reina Arista Schevert, usaba ropa oscura y los adornos en sus orejas se balanceaban ligeramente. Se me secó la garganta.- Mi nombre es Abigail Legrell.- Estiré mi mano hacía él viendo por el rabillo de mis ojos que mis hombres ya traían a la familia y los arrodillaban a unos metros de mí.- ¿Querías interrogarlos tú? Yo me haré cargo del resto, entonces.

Eton Schevert me frunció el ceño.

- Solo no estorbes.- Dijo antes de irse.

Saqué un espejo de entre mis cosas, me solté el cabello y me puse labial en cuanto él se puso a interrogar al padre de Charlotte. Me giré hacía uno de mis subalternos.

- ¿Me veo bonita?- Pregunté.

- ¿Qué? Ah, por supuesto que sí, teniente.- Dijo a toda prisa. Sonreí y me hice cargo de mis propios encargos antes de poder ir de regreso y ver a Eton sacar hasta el último trapo sucio de la familia. Ahogué una sonrisa cuando la madre de Charlotte confesó haber intentado matar al rey.

El pelirrojo si sonrió lenta y sádicamente. ¿Era la confesión qué quería?

- ¡Eres una estúpida! - Gritó el señor D'legrette a su esposa.- Nos acabas de condenar a la muerte.

Charlotte lloró con más fuerza y se aferró al pantalón de Eton.

- Por favor, por favor, no hagas esto. Lo siento, lo siento tanto por haberte humillado, haré lo que quieras, lo que me pidas, pero protege la vida de mi familia.- Ella le suplicó al pelirrojo, pero él retrocedió sin emoción alguna en su rostro.

- Conoce tu desgracia y acéptala Charlotte.- Dijo antes de ordenar que se los llevaran.

Sentí lástima por ella, su único error fue crecer demasiado mimada y pensar que nunca estaría hundida en el lodo.

No despegué la mirada del pelirrojo, quien se quedó hasta casi el final, siendo demasiado perfeccionista con su trabajo. Lo observé en silencio y lo seguí cuando decidió marcharse, al principio pensé que iría a su residencia pero pasó por una estancia para beber, entró y se sentó en la barra, no mucho después comenzó a tomar.

Ladeé mi cabeza. No me sentía molesta porque le llorara a la chica, no tenía intención de involucrarme emocionalmente con él, solo lo quería en mi cama y mi genética. Todavía tenía muchos planes pendientes así que lo de los hijos tendría que esperar, pero el asunto de mi virginidad no.

¿Se molestaría mucho si supiera que solo pensaba usarlo como donante? Incluso después de haberlo visto tomar venganza no me sentí intimidada y me senté a su lado, pedí algo ligero y permanecí en silencio a su lado hasta que noté sus mejillas ligeramente rosadas por el alcohol y sus ojos vidriosos.

- ¿Sabes? El amor es solo un juego de sentimientos sin mucho sentido.- Llené su vaso.- El matrimonio tampoco tiene mucho caso. Mis padres se odian.- Me recargue sobre mi mejilla.- Solo el trabajo y los deberes importan.

Eton Schevert sonrió.

- Mis padres se aman y mis hermanas están muy felices casadas.-Murmuró.- Sé que existe, pero no es para mi.

- Uhm, tampoco para mi.- Sonreí.- A ningún hada le gusta una mujer como yo. No soy como esas señoritas delicadas de sociedad.

Eton Schevert frunció el ceño antes de verme, verme por primera vez con atención bajando su mirada desde mis pies en botas negras, el pantalón negro de combate que no podía esconder mis caderas y mi guerrera hasta mi cabello azul suelto y mi rostro antes de hablar.

- Eres hermosa.- Dijo. Me reí pero mis mejillas se calentaron, era la primera vez que alguien me lo decía, esperaba que no me decepcionara. Volví a llenar su vaso, solo un poco más de alcohol.

***

Miré mi reloj, eran las tres de la madrugada y no quería irme pero debía hacerlo. Aún así toqué una vez más el rostro de Eton Schevert dormido, estaba hermoso y había confirmado mi firme pensamiento de que tenía el rostro de niño bueno pero su cuerpo era para disfrutarlo.

Miré la inserción de mis colmillos en su cuello y su hombro, si hubiera sido hombre eso habría bastado para marcarlo pero no lo era, así que se borrarían con el tiempo, esa idea me hizo sentir algo molesta. Ahora que había sido mío no quería compartirlo, pero debía olvidarlo y continuar con mi vida hasta que quisiera un hijo suyo.

Besé sus labios.

- Volveré por ti un día.- Susurré antes de levantarme y ponerme la ropa. Me dolía pero no me impedía moverme, así que al terminar tomé mis cosas. Le di un último vistazo a su rostro. Debía de tener el dinero suficiente para poder criar sola a un hijo, pero la idea me gustaba mucho, pensar en la imagen de un pelirrojo pequeño decirme mamá.

No pensaba desperdiciar la genética de Eton, pero todo a su tiempo. Primero debía ser independiente y después volvería a buscar al conde Schevert.

Sería fácil.


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