La rebeldía de Malek

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Maxwell

Noté la ausencia de Malek incluso antes de llegar a casa, pero Arista trató de encubrirlo casi de inmediato en cuanto vio la intención que tenía de ir a buscarlo cuando Kaamisha se dirigió a su habitación.

- Me mandó un mensaje, decía que había salido a una cita.- Mintió abrazándome por la cintura.¿Una cita? ¿Malek? ¿Pensaba acaso que creería en ello? Pero pretendí que sí y puse cara de estar interesado en esa información, más intrigado en saber hasta donde estaba dispuesta a mentir por él.

- ¿Una cita? ¿Con una humana? - Cuestioné.- ¿Y a dónde la llevó? ¿Te lo dijo por mensaje?

- Dijo que había un mirador en la ciudad.- Siguió inventándose.

- ¿Un mensaje mental o por teléfono? - Puse una de mis manos en su cuello y la otra en su espalda, jugué con el broche de su vestido y ella se estremeció, sus pupilas se dilataron y su mente se dispersó ante lo que yo hacía, pero aún así siguió mintiendo.

- De... por... teléfono.- Dijo distraída.

Me separé por un momento para levantar a su vista el teléfono que casi olvidaba en el territorio de las hadas, el que por cierto no había recibido nada de llamadas ni mensajes en el tiempo que yo lo tuve. Las mejillas de mi esposa se tiñeron de rojo, avergonzada de haber sido atrapada en la movida, se me escapó una sonrisa de diversión pero al mismo tiempo tuve una erección por verla así, quería devorarla y los colmillos ya me palpitaban por morderla pero tenía otro problema que aclarar antes: Malek. Así que yo mismo tomé lo que quedaba de mi autocontrol y la enfrenté.

- Ahora, ¿Me dirás dónde está? - Pregunté.

- Yo lo traigo.- Ella tomó las llaves de mi automóvil.- Y de paso compraré algo de comida rápida para Kaamisha.- Dijo haciendo alusión de lo que ella nos había comentado en el camino de regreso sobre extrañar la comida humana procesada.

- Es muy peligroso.- La quise cortar pero Arista sacudió la cabeza.

- Me he portado bien en los últimos años, creo que puedo hacer esto.- Dijo guiñandome un ojo antes de salir.- Mejor quédate con Kaamisha, creo que te extrañó más de lo que quiere admitir.

Cedí pensando en lo último que me había dicho Aryan sobre ser un poco menos sobreprotector con ella aunque me arrepentí solo cinco minutos después de que se marchara. Arista sabía pelear y defenderse sola, era fuerte, solo con eso en mente me tranquilicé y decidí subir a buscar a mi hija menor. Dejé mi abrigo en el sillón cercano a la chimenea para ponérselo a la pelirroja cuando llegara quejándose del frío pero me detuve al ver una figura oscura en el patio trasero. Fruncí el ceño y salí viendo un deportivo negro en el que había alguien recargado. Me acerqué y vi con cierta sorpresa una imagen de Malek ya mayor, bastante más alto verme con los brazos cruzados y una mirada oscura, me detuve a pocos pasos sintiendo que tenía demasiada energía encima, ya me hacía sentir mareado solo en mi lugar.

- Veo que la pubertad te sirvió de algo.- Comenté sacándole una sonrisa fugaz, pero no dijo nada así que decidí yo ir al grano.- ¿Qué te trae por aquí? - Pregunté.- ¿Ya estoy muerto y no puedo aconsejarte ahora?

- No.- Sacudió la cabeza.- Pero eres el indicado, ya estás tan acostumbrado a mi estupideces de adolescente que esta no te va a sorprender.- Dijo con humor y luego pareció tomar aliento antes de soltarlo.- Estuve a punto de suicidarme.

Levanté una ceja.

- ¿Y? ¿Por qué no lo hiciste? - Cuestioné. No creí oportuno darle una charla sobre lo buena que era la vida porque si eso quisiera hubiera ido a buscar a su madre, además, sugería que ya se había retractado, entonces mi curiosidad iba más encaminada hacía el porque decidió no hacerlo. Yo lo había intentado cuando se rompió el vínculo entre Idara y yo al morir ella, lo intenté muchas veces, así que no me creía con el derecho de decirle que no debía hacerlo.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now