Conservar mi nombre

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Arista

- ¿Qué demonios?

Me sobresalté por la voz de Karam a mi espalda y me cubrí con la túnica, aunque estaba muy segura de que ya lo había visto todo, a juzgar por su expresión. Me di la vuelta.

- ¿No deberías tocar la puerta antes de entrar, lobo? - Pregunté medio divertida, medio apenada por haber sido vista, pero el metamorfo se acercó con el ceño fruncido.

- ¿Quién fue? - Preguntó en un medio gruñido.

- Ah, ya están muertos, no tiene caso preocuparse por eso.- Sonreí y me alejé hacía mi armadura, ya estaba lista para colocarmela. Hoy debía de verificar que mi ejercito estuviera ganandose el sueldo que destinaba para ellos.

Hoy... debía de ver a Cayden. ¿Le estaría yendo bien? No podía no pensar en él sin entrar en conflicto conmigo misma. Me giré hacía Karam y apunté hacía la puerta.

- Quisiera cambiarme, si no te importa.- Dije y él asintió antes de esperar detrás de la puerta. Me cambié dejando mis alas a la vista y salí, caminé pasando a su lado sin decirle nada pero de igual manera me siguió solo un paso detrás de mí.

- Me pregunto porque los rumores sobre ti son tan diferentes a la real Caliope Varion.- Lo escuché murmurar detrás de mí.- Una niña mimada que nunca sufrió ningún disgusto y solo asesinó a su padre por aburrimiento.- Se burló de sus propias palabras antes de abrazarme por la espalda y levantarme del suelo. Protesté antes de que me bajara, me giré hacía él y lo miré mal. Se rió.- Es un cuerpo demasiado liviano para cargar tanto peso.

Me crucé de brazos.

- Las cargas pesadas no me intimidan, Karam.- Le dije mirando hacía arriba y él se inclinó hacía abajo mirándome a los ojos antes de formar en sus labios una peligrosa sonrisa.

- Esa es mi parte favorita, porque yo soy pesado, mi reina y en algún punto tendré que estar encima de ti, ¿No?

Le di una cachetada, pero ni siquiera usé la fuerza suficiente para que se considerara así y me giré para seguir caminando, escuché otra corta risa antes de que me siguiera.

- Esta bien, te dejaré estar arriba, solo sé suave conmigo.- Siguió parloteando muy consciente del color que tenían mis mejillas por sus descaradas palabras.

***

Pise el campo de entrenamiento, pero ya quería escapar lejos porque Karam no dejaba de molestarme.

- ¿Qué te parece tener diez cachorros? Considero que es un número muy considerable.

- Ninguno.- Le contesté y él puso expresión triste.

- ¿Cinco? - Cuestionó.

- Cero, nulo, sin hijos.- Murmuré.

- Cuatro y no seguiré bajando la oferta.- Sonrió como un niño y yo me reí por lo absurdo de sus pensamientos, me dieron unas repentinas ganas de darle palmaditas en la cabeza como si fuera un cachorro pero la idea se vio interrumpida al escuchar el cruce de acero a lo lejos, moví mi atención intrigada por quien estaría teniendo entrenamiento y me acerqué con emoción antes de detenerme sorprendida al ver a Cayden y a Malek enfrascados en el choque de espadas.

Malek acababa de cumplir veinte años y lo había dejado ir entre el ejército y sus deberes porque necesitaba fortalecerse en combate, pero nunca había presenciado un entrenamiento por Cayden hacía él... que por cierto no le tenía piedad a mi principe. Cayden atacó varias veces en diferentes puntos: cuello, piernas y tronco de Malek, él apenas pudo retroceder o esquivar los movimientos, su piel morena brillaba en sudor y apretaba sus labios concentrado en no perder ante el hada de cabello blanco que no parecía cansado, llevaba su cola en alto como siempre y sus ojos dorados no estaban faltos de determinación. Me ahogué a mi misma un suspiro por verlo tan guapo ahí mismo. Cayden le dio un golpe a Malek sin el filo de su espada y este cayó, entonces terminó con él general apuntando al cuello del príncipe heredero.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now