El rumor sobre Cayden Eckhart

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Arista

Eton Schevert sin duda sabía cómo vestirse para verse aún más imponente. Hoy decidió el negro con adornos en plata sobre sus orejas puntiagudas, los cristales negros que caían en punta de esos adornos con el detalle de la máscara cubriendo parte de su rostro le hacían ver cómo alguien peligroso.

Tal vez ahora lo era.

Me acerqué a ajustar su traje y lo miré hacia arriba.

- Te ves muy bien.- Sonreí y él tomó mis muñecas.

- Siento que hablo con mamá.- Dijo alejándose.- Te pones más sentimental que Alya.

Me reí.

- Es que no puedo evitar recordarte lleno de tierra, tenías una sonrisa mucho más verdadera en ese tiempo.- Puse mi mano sobre el brazo de mi hermano cuando se ofreció para escoltarme fuera, hacia el carruaje.

El día de hoy parecía haber un frío tranquilo, sin viento, ni lluvia, el cielo despejado y la luna creciente sobre nuestras cabezas. Un clima alejado de la tempestad que se acercaba en las próximas horas.

- El poder no es sinónimo de felicidad, ¿No es así? - Preguntó cuando comenzamos a encaminarnos a la residencia de la casa D'legrette.- Tu sonrisa es más verdadera ahora que cuando eras reina.

Bajé la mirada hacía mi regazo.

- Hay demasiadas reglas y tenía que ser muy cuidadosa con lo que hacía o decía, quería ayudarte, pero...

- No debías, lo sé, hermana.- Eton sonrió.- Afortunadamente ya no lo eres. El ex rey Cayden te amaba, pero no lo suficiente. - Miró por la ventana.- ¿Te importaría si se enamorara aún más de otra mujer en su segunda vida?

- ¿Aún más...? - Me pregunté.- Es muy posible que lo haga, pero no me molesta, creo que tiene derecho a tener una segunda oportunidad... Yo ya elegí mi lugar.- Y estaba satisfecha con esa elección. Ahora Cayden ya había renacido y le deseaba la mejor vida.

Eton entornó sus ojos.

- Cuando decidió tomarte como su concubina hubo muchos rumores.- Dijo.

- Ah, si. ¿Cómo podría no haber? - Cuestioné.

- Había uno particularmente malo, ¿Recuerdas?

- Eton, no...

- El rumor de que te eligió solo porque eres pelirroja, porque su primera mujer fue una pelirroja.

Apreté la mandíbula. Si, lo sabía. Al principio, antes de que se obsesionara conmigo y quisiera marcarme, me tomó solo por el color de mi cabello, pero nunca me quiso decir quién era ella. Su primera concubina... Fue cuando yo todavía era Caliope.

- En ese momento no había nada entre nosotros, él tenía derecho a hacer lo que quisiera.- En aquel entonces si me había dolido, mucho. Lo había tomado como una traición pero... Ahora no podía sentir nada por esa información. Ya no me molestaba.

- Era buen rey, sabía mantener las aguas tranquilas. Eso no voy a negarlo, pero él no te merecía y tú perdonas demasiado.- Murmuró.- Espero que sufra en su segunda vida y el amor que tenga le sepa agridulce.

Ladeé la cabeza. Yo esperaba que encontrara lo que buscaba.

***

- Un millón de Trasgly.- Un noble levantó una paleta. Ofreciendo la moneda que solo se usaba en este tipo de intercambios, podía cambiar el valor dependiendo a la moneda de la raza a la que quiera cambiarse, pero me podía hacer una ligera idea al comprender que un Trasgly era equivalente a treinta monedas de oro en el reino central de las hadas.

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