Dolor

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Arista

No había manera de hacer que Aryan reaccionara.

Hubiera sido mejor que gritara, maldijera, llorara a gritos o se revelara en contra del mundo, pero no había nada y eso era aún más preocupante: un silencio que le consumía y lo orillaba a tratar de tomar su vida cada vez que lo descuidaba un solo segundo.

Se negaba a alimentarse, cuidar de sí mismo o cualquier otra cosa que estuviera relacionado con existir.

No sonreía.

No reaccionaba a ningún intento por hacerlo vivir.

Aryan observaba a la nada, perdido en sí mismo y después de intentar hacerlo hablar me rendí y me senté a su lado en silencio. Las horas pasaron, la noche, el día hasta que fueron varios y estos se convirtieron en semanas, las semanas en meses y yo me tragaba mi propio dolor para poder mantenerlo vivo.

No lo quería perder también. Tal vez era egoísta de mi parte forzarlo a continuar pero no lo quería enterrar. Pensaba luchar por él.

Tomé la mano de Aryan y lo hice salir al sol.

- ¿Ves? El día está radiante, Aryan.- Dije haciéndolo ir hacía el pasto. Todavía estábamos en el territorio de las hadas porque él se negaba a dejar la tumba de Ilyana, quería ir a verla todos los días y permanecía frente a la lápida con la mirada vacía, algunas veces lloraba en silencio, otra veces no lo hacía. Hoy parecía estar seco pero igual terminó dirigiéndose al mismo lugar de siempre.

Se acostó en la piedra blanca y sentí que el corazón se apretaba en mi pecho, las lágrimas quisieron salir pero las detuve.

- Aryan...- Susurré.

- Estoy cansado.- Me interrumpió girando su rostro hacía mí.- Tengo más de mil años, Caliope. He perdido, he amado, he llorado, he matado, he mandado, he sido mandado y he tratado de vivir como mi padre hubiera querido.- Cerró los ojos con pesadez.- Estoy tan cansado de vivir.

Está bien, ya no pude retener las lágrimas. Las dejé ir libremente mientras lo miraba.

- Ella puede volver a nacer.- Susurré.- Puedes esperarla.

Aryan sonrió con amargura.

- ¿Y luego qué? ¿La obligo a permanecer a mi lado? ¿Y si ella elige a alguien más? ¿Qué derecho tengo a anclarla a mi lado? Volviste a nacer siglos después, Caliope. ¿Qué haré si pasan otros mil años? ¿Qué haré si son dos mil años y ella decide hacer su vida con alguien más? - Se rió.- No es una situación que no me hubiera pasado antes.- Se sujetó el pecho con fuerza.- Ya no puedo continuar, el dolor es insoportable y mi mente no se siente clara... quiero asesinar, quiero matar hasta el último ser en esta tierra para que sientan el dolor que me está consumiendo.

Me acerqué a él con paso vacilante y tomé su mano antes de recargarme en él, se sentía más pequeño, más débil y delgado.

- Lo siento...- Lloré inhalando su aroma.- Lo siento, pero no puedo dejar que te rindas.

- Por favor.- Suplicó con voz temblorosa.- Acaba conmigo, Caliope. Te lo pido, te lo suplico como tu amigo, por favor.

Sacudí la cabeza varias veces contra él.

- No puedo.- Me ahogué con las palabras.- No puedo, no puedo, no puedo...

Aryan retrocedió y me miró con odio por primera vez en su vida.

- Eres egoísta, Arista.- Se puso de pie y se marchó.

Mi cuerpo se sacudió con los sollozos por el dolor que sus palabras me había provocado. Si, merecía su odio por aferrarme a él, pero era todo lo que podía hacer y aún así, no podía darme el gusto de sumergirme en ello de lleno, no todavía. Me puse de pie sintiendo una repentina chispa de miedo al saber que Aryan solo era muy peligroso para mi mismo.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now