Accediendo a la protección de Enoch

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Kaamisha

Cuando me resigné a ponerme la ropa salí, debía regresar a territorio humano, encontrar un celular y llamar a mi padre.

Esa fue mi nueva resolución después de pensarlo por un rato, así que salí con el cabello suelto y me detuve en la entrada porque recibí las miradas de muchos hombres de inmediato, tragué con nerviosismo pero seguí avanzando en busca de una salida o algo.

Mis pasos fueron a través del campamento donde algunos me ignoraban y otros me observaban directamente, sus miradas me hacían sentir incómoda así que me abracé a mi misma buscando a alguna mujer para poder preguntarle cómo llegar a la capital y desde ahí podía negociar para cruzar hacía donde estaban los humanos, pero no veía a ninguna.

Caminé hacía el lugar de descanso de los caballos y me alegré cuando ví a una mujer finalmente bajándose de una yegua, ella usaba un traje de hombre en blanco y dorado, botas de montar negras, una espada enfundada en su costado, su cabello rubio estaba recogido en un hermoso peinado con unas cuantas joyas incrustadas que le daban un aire majestuoso, su mirada no mostraba nada ni sus facciones, era como la definición de poker face, aún así su belleza era innegable. Me acerqué a ella.

- ¿Sabes cómo puedo llegar a la capital? - Le pregunté con nerviosismo.- Me he perdido y no sé cómo llegar.

- ¿Cuál es tu nombre? - Preguntó ella, su voz era autoritaria y sus ojos color ámbar me miraron con frialdad.

- Kam.- Dije y luego agregué mi primer apellido cuando ella no pareció satisfecha con mi respuesta.- Schevert.

- Señorita Schevert, ¿Cómo se perdió en este lugar? - Preguntó.

Abrí mis labios cuando sentí una patada en la curvatura de mis rodillas y me derrumbé de rodillas.

- Disculpe sus modales, es una bárbara su majestad.- La voz de un hombre desconocido llegó detrás de mí.

¿Su majestad? No había puesto casi nada de atención a las clases que recibía mi hermano sobre la política o historia de todas las diferentes razas, solo sabía que el rey actual se llamaba Aiden Eckhart, ¿Ella era la reina? ¿Su esposa?Aunque el apellido de Enoch también era Eckhart, al escucharlo no hice más que asumir que era un pariente lejano del actual rey.

- Ella no está obligada a conocerme, soldado.- Ella me levantó.- Es mi culpa por no mostrarme tan a menudo a mi propia gente.- La vi sonreír sólo fugazmente.- ¿Quieres volver a la capital? Puedo llevarte.

Sonreí y asentí varias veces.

- Ella no irá a ninguna parte, su majestad.- Me puse tensa al escuchar esa voz detrás de mí. Enoch entró en mi línea de visión e hizo un saludo formal hacía la monarca antes de seguir hablando.- Ella no tiene mi autorización para irse.- Levantó la cabeza y miró a los ojos directamente a la rubia.

- ¿Estás diciendo que tú autorización va por encima de mi autoridad, Cayden? - Ella perdió todo el sentido de amabilidad que había tenido conmigo y sus ojos se volvieron tan duros que sentí miedo.- Baja la mirada si no quieres que te tome por traidor.

Enoch bajó la mirada pero apretó la mandíbula.

- Le pido que no use la tinta que no está en su escritorio, me temo que su majestad se mancharía las manos.- Él dijo con tono estable, pero todos podíamos ver qué estaba molesto con ella.

¿La tinta que no está en su escritorio? ¿Una metáfora para que ella no se metiera en asuntos que no le correspondían? ¿Por qué las hadas hablaban así? La tensión entre ambos se podía respirar y prácticamente tocar pero era algo mucho más peligroso que lo que solía ver en las películas, había algo crudo que me decía podía terminar mal.

Nuestro legadoWhere stories live. Discover now