Siempre, Aryan

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Arista

Desperté sintiendo varias cosas al mismo tiempo: estaba en el agua tibia y agradable, una mano me sostenía la cabeza contra una superficie blanda y otra rígida, otra mano pasaba una esponja por mi cuerpo, suspiré de gusto y mis pestañas revolotearon antes de poder comenzar a abrirlas, afortunadamente la luz que me recibió fue tenue y no lastimó mis ojos antes de poderlos adaptar, olía a chocolate y menta, así que sabía era Max quien me estaba dando un baño. Moví mi cuerpo sintiéndolo algo rígido y pesado para girarme y enfrentarlo, inhalé profundo su aroma mientras lo veía, su cabello largo estaba recogido en un moño informal y algunos mechones húmedos se adherían a su piel por el vapor del agua caliente, sus ojos rojos me miraron con una calma silenciosa, él estaba vestido aunque su ropa estaba empapada para poder lavarme. Sonreí rodeándolo con mis piernas y acomodándome mejor encima de él, tomé sus mejillas con mis manos, mi cabello mojado hizo una cortina entre nosotros y el mundo exterior cuando acerqué nuestros rostros.

- Hola.- Murmuré entre sus labios. Max puso sus manos en mi cintura.

- Hola.- Respondió con su voz un tanto más profunda. Me reí, era absurdo pero me gustaba nuestra simplicidad. Estaba viva, él había llegado a tiempo y me había salvado, estoy segura de que él ya sabía lo que estaba pensando.

Estaba feliz no porque le tuviera un particular miedo a la muerte, sino porque quería más tiempo con Maxwell Arscorth. El amor que sentía por él iba más allá de todo lo que podía explicar, siempre fue irremplazable en mi corazón, siempre estuvo en mi mente, siempre esperaba su felicidad y ahora que descubrí lo que se sentía ser lo que miraban sus ojos ya no podría renunciar a él.

- No te dejaría hacerlo.- Max dijo tomando mi muñeca derecha y depositando un suave beso en la cara interna antes de pegar más nuestros cuerpos.- No puedes deshacerte de mí.

¿De nuevo metiéndose en mis pensamientos?

- Es tu culpa.- Acusé.- Podría estar perfectamente bien con nuestra amistad, pero tú...

- ¿Yo? - Sonrió con cinismo mostrando sus colmillos.- ¿Yo qué he hecho? - Cuestionó haciendo círculos con sus pulgares en mi cintura, activando mi sensibilidad a su toque.

- Me estás burlando.- Lo acusé.- Éramos mejores amigos, ahora...

- Seguimos siendo mejores amigos.- Dijo rozando nuestros labios.-Pero también soy tu esposo, tu amante y el padre de dos de tus hijos.- Pegó sus labios con los míos y la calidez comenzó a inundarme, llevé mis manos hacía su cuello para empujarlo más hacía mi y esta vez yo tomé la iniciativa pasando la punta de mi lengua por sus labios, primero con cierta timidez esperando no demostrarle tan fácilmente lo mucho que lo necesitaba pero cuando Max abrió sus labios para dejarme entrar y una vez busqué la humedad de su lengua él me enredó con la suya, tirando y adueñándose del beso aunque estuviera en su territorio, haciéndome saber quien era el que llevaba el control. Max llevó mi mente a estar en blanco, solo entregándome a lo que me ofrecía antes de separarse de mi y llevar una de sus manos a tomar parte de mi mejilla y mi cuello.- Entonces, ¿Qué somos, orejitas?

La manera en que lo dijo... sentí que mis mejillas se calentaban. Maxwell se había burlado de mí con esa palabra antes, lo había hecho para molestar, para bromear o para aligerar los ambientes más pesados, pero ahora lo había dicho como un apodo con otro tipo de significado. Me escondí en su cuello, en donde había colocado nuestra marca y entonces no me resistí a lamer, su piel sabía a lavanda que pertenecía a las sales de la bañera, él se estremeció por el placer que mandé por su columna vertebral hasta su miembro y sentí aún más su rigidez debajo de mi.

- Solo sé que me perteneces, colmillitos.- Dije contra su piel antes de encajar con fuerza mis cuatro colmillos de hada con tanta presión hasta que saboreé el sabor metálico de la sangre y lo escuché emitir un sonido bajo y gutural antes de desatar al vampiro oscuro que trataba de mantener su cordura, pero yo no lo quería cuerdo, lo quería como él, pura y crudamente Lucius Maxwell Arscorth y lo obtuve.

***

Kaamisha de repente decidió que quería aprender a defenderse sola. Ahora hacía los ejercicios de principiante con una determinación de acero y yo me sentía más aliviada por ello, esperaba que en el futuro si tenía alguna dificultad pudiera cuidar de sí misma.

Malek me pidió perdón por su comportamiento y se tranquilizó significativamente, además... parecía que tenía más respeto a la hora de dirigirse hacía su padre y no se atrevía a ser grosero en su presencia ni fuera de esta. No sabía muy bien que le había dicho Max pero estaba contenta de que Malek estuviera tomando otra manera de ver las cosas y tomar otras decisiones más conscientes.

Max estaba en la compañía trabajando y yo estaba revolviendo tranquilamente el anticonceptivo en mi té antes de comenzar a tomarlo. Desvié la mirada al ver a Aryan llegar en su automóvil, esta vez lo había cambiado por un deportivo color blanco, pero lo sorprendente fue que está vez no venía solo.

Me puse de pie y me acerqué al percibir el aroma familiar que extrañamente no podía olvidar de Abaddon Markovic, ya estaba a la altura de Aryan con su cabello blanco corto y sus ojos heterocromáticos en azul y dorado observando todo a su alrededor con tranquilidad. Aryan me abrazó con fuerza, me hizo girar varias veces antes de ponerme en el suelo y señalar a su hijo.

- Hoy me traje a mi primogénito para que conociera un poco del mundo.- Dijo Aryan antes de poner su mano encima del hombro de Abaddon.

"Arista" Él dijo con señas antes de inclinarse formalmente.

- Estás más alto y grande.- Lo miré con cierto orgullo y un sentimiento encontrado al ver la enorme similitud que ahora era más clara con Cayden Eckhart.- Te pareces mucho a tu abuelo.- No pude evitar decirlo.

- ¿Su abuelo? - Kaamisha preguntó colocándose a mi lado sin despegar los ojos de él, dio un paso más y lo miró aún más atentamente, parecía embelesada.

- Su abuelo se llamaba Cayden Enoch Eckhart.- Dijo Aryan.- De ahí viene su cabello blanco y el ojo dorado.

Kaamisha abrió los labios momentáneamente antes de recomponerse y sonreírle, tomó la mano de Abaddon.

- Seamos amigos.- Le sonrió pero Abaddon quitó su mano de ella como si le quemara y sus ojos destellaron por un breve momento ambos en dorado antes de que él compusiera. Miré a Aryan extrañada y él solo se encogió de hombros.

"No me interesa ser tu amigo" Abaddon dijo con señas y Kaamisha se giró hacía mí sin comprender.

- Mamá, ¿Qué dijo? - Preguntó. Miré a Abaddon por un breve momento, sintiendo una extraña necesidad de molestarlo un poco y sonreí a Kaamisha.

- Él dijo que estaría encantado de ser tu amigo.- Contesté.

"Eres mala, Arista" Dijo Aryan en mi cabeza dejando que se le escapara la risa por un segundo. Esta vez fue mi turno de encogerme de hombros.

Abaddon trató de alejarse en la primera oportunidad que tuvo pero Kaamisha lo siguió de inmediato, olvidando sus lecciones. Tomé la mano de Aryan y lo llevé a la otra silla que estaba en la mesa donde momentos antes había estado, le serví una taza de líquido caliente y claro antes de preguntarle por su estado. Tenía ojeras debajo de los ojos, algo nada normal en un demonio y además se veía más delgado, como si estuviera enfermo.

- ¿Estás bien? - Le pregunté.

- Si, estoy de maravilla.- Dijo evitando la verdad.

- ¿Te peleaste con Ilyana? - Cuestioné y le saqué una sonrisa.

- ¿Te parezco del tipo que viene a llorarle a su amiga cuando algo en mi matrimonio va mal? - Se burló.

- No, pero puedo ver que hay algo que va mal.- Corté su intención de desviar mi atención y Aryan borró todo intento de evitar mis preguntas poniéndose serio.

- Yo solo quiero preguntarte, ¿Cómo no agobiarte por las responsabilidades de una raza? - Preguntó.- Siento que nada sale bien, siento que yo no puedo salvar a nadie.

- Aryan, no sé lo que sucede pero...- Me acerqué a él.- Eres capaz, eres fuerte y muy inteligente.- Acomodé un mechón de su cabello despejando su vista.- Y tampoco estás solo. Max y yo estaremos ahí, no importa lo que pidas. Dime, Aryan, ¿Qué pasa?

Aryan sacudió la cabeza y capturó mis manos.

- Solo confía en mí, ¿Si? - Dijo con cansancio.

- Siempre, Aryan.

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