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Había días que Taehyung soñaba.

Generalmente no recordaba sus sueños al día siguiente, pero había días que sí y no le gustaba.

Mucho menos tener pesadillas.

Sentía que de pronto uno de esos sueños se volverían una premonición de la cual él no podría hacer nada para impedirlo.

Así como las brujas.

Una magia de la verdad que no podían tocar. Cambiar. Fuese como fuese que se tergiversara el destino, por más que intentaran.

Ese tipo de pensamiento lo obligaba despertar cada dos horas y así, repitiendo el proceso a lo largo de la noche.

Hoy no fue diferente. O más o menos.

Taehyung había caído dormido muy temprano, cuando apenas se estaba terminando de esconder el sol porque Jungkook lo hizo, y él, al estar sincronizado con la mayoría de los requerimientos básicos de su compañero no pudo hacer mucho para impedir esa sensación de letargo y adormecimiento que lo atravesó cuando supo que Jungkook tenía sueño.

Como si la sensación viajara a través de ese lazo que los unía, siendo demasiado para poder resistirla.

Siempre ocurría el mismo patrón.

Taehyung podría estar realizando cualquier tarea, estar en cualquier lugar y de pronto, sentiría un cansancio terrible calarle los huesos al instante.

Aún no se lo decía a Jungkook, no quería que el chico se sintiera mal por dormir y contagiarlo de paso a él. Aparte, Taehyung se transportaría donde sabe que el chico está, encontrándolo acurrucado en el centro de la cama que compartían, yaciendo plácidamente en sus sueños.

Siempre era así.

A Taehyung se le apretaría el pecho en esa sensación suave que parece querer cortarle el aliento porque la escena frente a él es como la vista que siempre soñó tener.

Se despojaría de sus ropas, caminando en sigilo y abriendo las sábanas silenciosamente para deslizarse hasta su lado para arrullarle.

Jungkook sentiría su presencia, lo buscaría a tientas con las manos y envolvería su cintura con esos brazos fibrosos llenos de músculos que a veces lo aprietan demasiado, pero a Taehyung no le importa porque el rostro de Jungkook frotándose en su pecho, escondido ahí en su corazón era la recompensa.

Qué recompensa.

Taehyung sostendría la respiración en un suspiro, ahogado ante la emoción de tenerlo así para él, entre sus brazos donde puede protegerlo y donde sabe que no necesita protegerlo, pero, de todas formas, ese instinto que está arraigado en él se siente en paz por tenerlo ahí con él, donde sus cuerpos se unían, entre brazos y piernas revueltas.

Entonces se dormiría con esa vista, soñaría algún tipo de cosa que lo aceleraría y lo haría despertar dos horas más tarde con los brazos del chico envueltos a su alrededor como si fuese una misión para el lobo rodearlo así, acorralarlo así; como si el vampiro fuese la presa en el hogar y como si fuese también ese hueso favorito que desea roer sin que nadie se lo quite, sin que nadie lo toque. Es algo primitivo, algo animal, y Taehyung lo entiende cuando a veces el lobo le transmite esas emociones.

Después de todo, Jungkook sigue siendo un lobo alfa, territorial con los suyos porque así fueron hechos sus genes.

De todas formas, Taehyung siempre estaría encantado cada que abriera los ojos, a veces con Jungkook pegado a su cuello, otras veces con el pelo del chico alborotado, siendo su coronilla la única vista de él de lo enterrado que se encontraba contra él, como si sostenerlo fuese lo único que espantaría todas esas pesadillas.

GRANATUM #2; taekookWhere stories live. Discover now