Dos

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Acababa de cumplir cinco años de libertad, en el silencio de su casa. La oscuridad y un vaso de licor lo acompañaba.

Y cumplía cinco años desde que llegó a esa enorme ciudad y empezó una nueva vida, tan monótona y gris como el cielo nublado que los coronaba.

Miro por el enorme ventanal de vidrio desde el décimo sexto piso de su pent-house, y suspiró en silencio hundido en la soledad de su sofá.

Un lobo de sangre pura en medio de una ruidosa ciudad guardo silencio, las grandes paredes lo mantenía a salvo del bullicio y el clima húmedo que presagiaba la llegada de los días helados. Su soledad era tal que escuchaba hasta su propia respiración.

Se levantó del sofá y dejó el licor a medio tomar sobre uno de sus lujosos muebles.

Tomó un largo baño, dejó que el agua caliente recorra su ancha y musculosa espalda.

El agua limpiaba, pero jamás quitará las cicatrices del pasado.

Salió del baño con una toalla envuelta en su cintura, las gotas de agua aún bajaban lentamente por su marcado cuerpo, una preciosa vista que era admirado por nada más y nada menos que la nada.

Su vida entera ha estado atado a la soledad. Era un alfa callado, y en constante estado de calma.

Un alfa que con su sola presencia demandaba sumisión y su mirada, una mezcla de bondad y devoción que era oculta por una peligrosa y despiadada.

Un ex militar con un pasado perturbador, unas manos protectoras y enormes... llenas de sangre y muerte.

Un jefe militar jamás nombrado porque era como invocar al mismísimo demonio, poco conocido en la armada puesto que siempre fue un asesino anónimo que dejaba huellas sangrientas y traumas que conducían al suicidio. Una leyenda cuya historia se contaba en voz baja, cuyos actos aún creaba terror en sus enemigos. Un lobo que ascendió del mundo oscuro. Sus ojos rojos y sus garras es lo último que un enemigo veía antes de su terrorífica muerte.

Un militar retirado, una leyenda que en las noches aún se contaba su historia. Una bestia líder del sector tortura, un animal salvaje y despiadado.

Se había retirado hace cinco años, y había llegado a esa ciudad con un pesado bolso militar y una fortuna tras toda una vida de guerra y torturas. Más una soledad que lo obliga a usar una o dos palabras al día. No más, no había más, nada más.

Un hombre con pesadillas en las noches, y temblores inconscientes.

No son las torturas lo que causan pesadillas, no, la sangre y el lamento fue parte de su vida desde tan temprana edad. Eran los huesos que crujían de dolor y la constante alerta con la vive. Ya no tenía enemigos, no debía esperar un ataque sorpresa, pero sus instintos no se habían calmado y su soledad solo lo empeoraba.

Su alfa no tenía un objetivo y el vacío era abrumador. Ya no tenía un ejército a quien cuidar, una vida que salvar, las noches se tornaban largas y desesperantemente tranquilas. Y eran infinitas hasta el nuevo amanecer.

Mi omega, mi Dios!Where stories live. Discover now