Dose

3.3K 337 198
                                    

Los pasos resonaron en el callejón frio y oscuro, la espesa llovizna dificultaba la vista, se escuchaba la respiración acelerada a medida que avanzaba.

Una omega pequeña, la piel pálida y cabello oscuro que llegaba hasta la cintura.

El olor a omega aterrada se disparada sin poder ocultarlas, dejando rastros de sí misma en cada paso que daba.

No aparentaba más de doce años, una niña con un golpe oscuro a la altura de sus tiernas mejillas, acababa de presentarse como omega, y se estaba enfrentando al infierno que todo omega indefensa vivía.

Su uniforme del colegio estaba sucio y mojado por haber sido arrastrada hasta esas tierras sin dueño, una pútrida colonia de podridos, piensa una y otra vez que debió obedecer a sus padres, que debía esperarlos para regresar a casa, pero es tan joven e inexperta, creyó que podría volver a andar por las calles como antes, pensó que su aroma a dulce omega no sería un problema, que solo es un etapa que estaba enfrentando, que nada cambiaria...

Chilla aterrada cuando ve al alfa rubio, cojo por una pierna más corta interponiéndose en su camino, el mismo quien la secuestro y la arrastro hasta ese infierno. Haciendo más cruel de lo que ya era su situación, el alfa la soltó en la oscuridad divirtiéndose con su terror, jugando al gato y al ratón. Desesperada, ella toma otro callejón buscando una salida y con esperanza de escapar de él, solo espera que su padre llegue a tiempo ¿pero como llegaría si ni siquiera sabe donde se encuentra? era su fin.

El alfa podrido sonríe de lado cuando consigue dirigirla directamente a un callejón sin salida.

Pero ser cojo no lo hace más lento, es un hombre carente de principios y moral, persigue a su presa sabiendo exactamente donde la va a encontrar.

Gira cantando victoria al identificar el aroma de omega asustada.

Pero un fuerte golpe de su cuerpo contra la pared lo deja aturdido y desorientado, cae sin siquiera poder estabilizarse al fango negro y mugriento contenida sobre el sucio pavimento.

No era más que un lamentable cerdo.

La última imagen que tuvo antes de perder el conocimiento fueron unos ojos rojos tan terroríficos como la presencia de un demonio absorbiendo su alma, con miles de promesas de dolor y muerte.

...

Chillidos.

Gota pesada y pegajosa.

Hay un sonido que oscila de un lado a otro y su cuerpo entumecido parece ser el que balancea con ella.

Chillidos molestos le hace fruncir el ceño, y un hedor putrefacto le dificultaba respirar.

Gota tras gota, pesada y pegajosa.

Un olor vagamente familiar ondea alrededor de su fino olfato, lucha entre la lucidez y el mareo.

Chillidos y ruidillos de ratas hambrientas peleando por comida hace que intente despertar. Lo detesta, lo pone nervioso.

Hay un dolor entumecido en los brazos y caderas, como si le hayan desgarrado, sus extremidades duelen, el frio se vuelve cada vez más palpable y todo su cuerpo se sintió adolorido e incómodo, la briza helada acaricia su piel azulada y siendo un alfa que jura ser insufrible gime de dolor.

Sus parpados secos y sin color se abren pesadamente.

Parpadea e intenta que su vista se vuelva nítida.

Una mancha alargada, una rara mezcla entre marrón, rojo y rosada oscila delante de él, y como gusanos, la imagen de miles de ratas pululaba alrededor de aquel que a medida que obtenía lucidez, la mancha alargada tomaba forma de cuerpo humano.

Mi omega, mi Dios!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora