Ocho

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Mew había cubierto al omega con su camisa, pues la que tenía había sido destrozada. Sus ojos miraban con cierto desquicio las marcas en su delicado cuerpo. Temblaba inconscientemente porque simplemente no puede hacer nada para curarlo, sanar las heridas de un omega era algo muy íntimo, y él no podía hacer nada.

Llegó a su departamento con el omega en sus brazos respirando tembloroso aún, Gulf seguía gobernado por su omega, había perdido el conocimiento, el esfuerzo, las peleas, el trauma de casi haber sido abusado, y los gritos de terror y muerte lo había dejado sin energía.

—Regresa a mi —murmuró gentilmente apoyándose de la rodilla al tiempo que lo dejaba sobre su sofá. Una lagrima cayó del menor— regresa por favor —pidió de nuevo al alfa secando la lagrima, viendo como aquel pequeño omega pelea por volver a sí mismo.

Los ojos del omega lentamente iban cambiando, el color miel de su animal interior se iban oscureciendo tan rápidamente, la bondad e inocencia cambió casi al instante a la una llena de desconfianza.

Para sorpresa del alfa, la reacción del omega no fue gritos, llantos, ni nada de aquello con las que un omega histérico podría reaccionar, aquel pequeño miró con paciencia su hogar, su respiración se volvió serena y mantuvo las manos sobre su regazo.

Mew trago lentamente mientras se concentraba en admirar de cerca a aquel Ángel sin alas que se encontraba sentado en medio de su sala. Jamás pensó que aquel omega, que por días había admirado podría llegar a estar sentado en su hogar.

Había un lado primitivo en su interior, la cual jamás grito tanto como en ese instante le gritaba, una orden directa de mantenerlo para siempre dentro de su territorio, de volverse su dueño y encerrarlo para siempre dentro de su nido.

Mew solo se lamio los labios sin dejar de mirar con profunda seriedad al más pequeño, ignorando a su bestia interior.

Finalmente, la oscura mirada del omega llega al rostro de Mew, quien seguía arrodillado frente a él, tan cerca que seguía abrigándolo con su calor corporal.

—¿Quién eres? —preguntó el omega manteniendo la mirada.

—Soy Mew —respondió — Mew Suppasit. 

Gulf asintió débilmente y bajo la mirada — gracias por salvarme, Mew— dijo observando la cercanía tan cómoda que mantenía con el alfa.

El mayor se alejó lentamente y se enderezó dejando al omega envuelto nuevamente en el frío.

—Esta es mi casa, siéntete cómodo, yo... no supe dónde más llevarte—dijo suavemente con su ronca voz, era acogedor escucharlo.

—Entiendo —respondió tembloroso — pero... debo irme —anuncio levantándose lentamente, era simplemente impresionante tanta fuerza de voluntad para los ojos del mayor, ahí estaba ese pequeño omega, peleando por demostrar fuerza, cuando ni siquiera sus temblorosas piernas podrían llevarlo a ningún lado.

—Por favor, quédate un poco más — pidió preocupado, consciente de que al omega le cuesta mantenerse parado.

— Mi cachorro — respondió sin poder evitar ocultar el temblor en su voz— debo verlo, me necesita.

—No puedes dejar que te vea así — la voz del Alfa era curiosamente suave para con él —estas lastimado, y tu aroma...

Gulf jadeo retrocediendo al recordar aquella horrible escena, Mew se apresuró en tomarlo en sus brazos para que no termine en el suelo. Estaba en alerta, y con un juramento latente de que no volvería a permitir que vuelva a ser lastimado.

—Lo siento... —susurro casi sin aliento.

—Fueron muchas emociones fuertes —respondió volviendo a acomodarlo en el sofá— es impresionante que estés de pie en realidad.

Mi omega, mi Dios!Where stories live. Discover now