Diecisiete

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—No lograras besar a Gulf—.

Los brazos cruzados sobre el pecho, la postura segura y ese alarde de conocerlo tan profundamente como si supiera hasta en lo que Gulf piensa.

Mew definitivamente odia a Mild cuando toma esa postura de molesto sabelotodo.

Pero también es un masoquista, y mete el dedo en la propia llaga cuando pregunta —¿porque crees que no besare a Gulf?... es más... ¿qué te hace pensar que un no lo he besado?

El resoplido burlesco del beta hace que apriete la quijada y quiera atacarlo —sabes porque lo sé? Porque el día que Gulf decidió criar a su hijo solo, fue el día que prometió que ningún alfa volvería a meterse en su vida; además, tu comportamiento te delata...—

Mew gruñe. Claro que su comportamiento lo delata, esta inquieto, su alfa está perdiendo el control, ni siquiera puede besar a su omega, y el hecho de saber que en esos cinco días Gulf ha estado en celo lo ha hecho mucho más gruñón y territorial. Por poco termina echando a los vecinos del omega de sus hogares.

—No puede juzgarnos a todos por igual, no todos los alfas somos...

—Tú ves a los omegas como a alguien más débil— el beta lo interrumpe con total franqueza. 

—Eso no es...

—Lo es, sé que no lo humillaras, lo respetas, pero lo ves como a alguien que constantemente debes defender y cuidar. Lo ves como a alguien vulnerable, como a un omega, lo juzgas de la misma forma...

—No lo juzgo, es simplemente él, tan precioso e inmaculado que no puedo evitar adorarlo como tal, Gulf es lo que es, y está en mi naturaleza cuidar de su preciosa existencia. No puede castigarme por ello.

Es la primera vez que deja callado al Beta, y le llama la atención aquello. Mild se ha acostumbrado a su forma tosca y poco cuidadoso de hablar, y el alfa es siempre el que se queda callado, dejando al beta ganar sus discusiones sobre Gulf.

Lo observa a los ojos y lo encuentra sonrojado y los labios sellados. Era la primera vez que se expresaba con tanta adoración hacia alguien que ha derretido por completo al beta dejándolo mudo.

—No te rindas con él— susurra levantándose de la mesa donde compartía con el alfa—Gulf realmente merece a alguien que lo adore... de esa forma—.

Ya cuando Mild estaba detrás del mostrador, Mew levanta la taza de café y lo observa por un momento, con las últimas palabras del beta en su mente— sería muy tonto si me rindiera con mi destinado— murmura para sí mismo, llevándose a los labios el líquido amargo que toma con tanta frecuencia.

Cuando Teo entra en la cafetería Mew sonríe al ver al cachorro buscándolo con la mirada en todas las mesas. No sabía que Gulf regresaría ese mismo día, pero no podía estar más feliz de poder verlo después de cinco largos días, lo extrañaba a muerte, estuvo con Teo todo el tiempo que podía en aquel establecimiento, pues el cachorro se quedó a su cuidado y la de Mild, pero también sabía que la noche anterior el omega había llamado al beta para pedir por su cachorro anunciando que el celo había acabado, sin embargo, no puede evitar pensar que ha salido muy pronto en las calles.

—¡Miau! — Mild se ríe nuevamente de aquel apodo y Mew ignora el intento de burla, solo quiere recoger al pequeño lobito en sus brazos a besar sus suaves cachetitos.

Ese pequeño hombrecito se ha vuelto tan dueño de su corazón como lo hizo su padre. No solo lo ve como un hijo del omega, sino como uno propio, constantemente deja su olor en él para que el pequeño se sienta a gusto y seguro, le ha enseñado a atarse los cordones y a escribir correctamente su nombre y siente que tiene responsabilidad por él.

Mi omega, mi Dios!Where stories live. Discover now