Once

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Los ojos del alfa se abren de golpe cuando las feromonas del omega ya son solo casi nada.

Sus grandes manos buscan con desespero su pequeño cuerpo entre las sábanas, pero al cabo de dos segundos cae en conciencia que aquel omega jamás estuvo dentro de ellas.

Levanta la mirada de golpe a la puerta de su habitación con cierta esperanza en el brillo de oscuros ojos, aun repitiéndose a sí mismo que no debería esperar encontrar al omega, que Gulf se habrá ido segundos después de que consiguió calmar su dolor, internamente espera con gran deseo encontrarlo en su casa, y es tan extremadamente ambicioso que hasta lo desea en su cama al despertar.

A pasos pesados se dirige a su baño y se lava la cara eliminando los rastros de sueño, se mira al espejo, aún con las gotas de agua recorriendo su rostro, aún están las profundas ojeras y los ojos brillantes, gruñe recordando como buscaba el aroma del omega en la bata que le había prestado la noche anterior, se retorcía de dolor punzante que no fue calmado por nada más que la miseria que apenas mantenía la tela.

No fue capaz de decirle al omega que su presencia en su nido fue el responsable de que su celo se haya disparado, ni que fue su ausencia el culpable de que haya sufrido tanto en esos días, que su alfa demandó por su presencia una y otra vez y como no hizo nada para buscarlo se halló en el peor de las torturas. Su cuerpo se retorcido de dolor lacerante hasta dejarlo desmayado por más de una vez. Y lo peor, al ser alfa de sangre pura sus celos duran más tres días a diferencia de un simple mestizo.

Pudo haberlo buscado, sabía la dirección de su casa, su aroma y lo vulnerable que es, que no hay un solo ser que los defienda ante un alfa en celo, pudo ir, allanar su casa haciendo añicos aquella estúpida puerta, sabía hasta donde estaba su habitación, y la forma que pudo haberle exigido, un solo murmullo de voz de mando y hubiera poseído su cuerpo de la forma más apasionada y salvaje, lo hubiera reclamado como suyo y marcado de todas las formas que un alfa posesivo y enamorado haría con su omega... pero Mew no fue por Gulf, ni siquiera la idea o la posibilidad pasó por su mente.

Se quedó en su nido haciendo un desastre, adolorido y salvaje, rugiendo demandante por un omega que ni lo escuchaba.

Un ruido desde el exterior de su habitación llama su atención sacándolo de sus pensamientos. Sale de su habitación y escucha murmullos que sabe que viene de su cocina, no puede evitar alegrarse cuando ve a la jirafa de felpa acostado en su sofá. Aún están es su casa, no se fue.

Para en el umbral de la cocina y los observa en silencio.

Encuentra enternecedor ver al pequeño Teo parado sobre una silla al lado de su padre, su diminuta estatura no pasaba de la cabecera de la silla de madera, del cual se agarraba y con sus ojitos infantiles seguía los movimientos de su padre, mantienen una conversación muy formal mientras el mayor corta las verduras, Gulf asentía muy seriamente fingiendo sorpresa cuando Teo le revela con pesar los mareos del Sr jirafa dentro de la lavadora, a lo que Gulf argumenta no haberlo sabido prometiendo no volver a lavarlo de esa forma.

El alfa tiene una ligera sospecha de que el omega no planea cumplir con esa promesa.

Gulf tiene una pequeña sonrisa plantada en las comisuras y los ojos del alfa de pronto lo observa a él y solo a él.

No puede evitar admirar la exótica belleza de aquel omega, sus labios de dulce carmín que revelan tímidamente sus blancos caninos cada vez que sonríe con apocamiento. Sus ojos oscuros son afilados y llenos de osadía, como la noche sin luna ni estrellas, un oscuro abismo que puede ser precioso si descubres la forma de admirarlos, su porte elegante y calmado, los movimientos suaves de sus delgados dedos hacen justicia a su especie, Un omega. Gulf era un precioso ejemplar, su pequeño cuerpo tiene las cuervas que un omega exquisito puede poseer.

Mi omega, mi Dios!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora