Siete

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Condujo guiado solamente por sus instintos, como lo hacía hace tantos años en medio de una guerra, su alfa dominaba su juicio y nunca confió tanto en él como aquel día, las llantas chillaban sobre el asfaltado y poco importo pasarse las señales de tránsito.

Cuando el camino de hizo angosto a causa de las tiendas ubicadas ilegalmente a orillas del camino el alfa no tuvo más opción que bajar del auto y buscarlo por los angostos pasillos de aquel suburbio. Y mientras el sol terminaba de iluminar otra vez ese día se hizo paso entre una atareada multitud que intentaban llegar a sus casas.

Gruñía cada vez más profundo a medida y se sumergía en las profundidades de aquel mercado lleno de lobos podridos, mentiras enmarañadas, estafadores y desconfianza. No puede creer que una criatura tan delicada como Gulf haya estado tantas veces caminando por esos lugares. Se horroriza de solo imaginarlo.

Rodea los laberintos de pequeños puestos y no consigue encontrar un camino que pueda seguir según sus instintos.

A pesar de todo seguía caminando sin una dirección fija.

Llega hasta un callejón angosto y oscuro, y una fugaz visión pasa ante sus ojos, una pantalla abierta al que tenía acceso y es el omega siento arrastrado dentro ella, con la boca tapada y peleando por escapar.

Se asusta por aquel hecho, jamás en su vida presenció el reflejo de una vida ajena, pero no puede quedarse a pensar qué significa.

No duda en adentrarse en aquella oscuridad y pasar sobre los granos de café regados por todo el suelo.

Nada de lo que hacía tenía sentido alguno, pero había un fuerte sentimiento inexplicable que lo obliga a reaccionar tan salvaje e insaciablemente. Necesitaba asegurar el bienestar de aquel omega... solo ese omega. Ha visto tantas injusticias y nunca tuvo esta necesidad de interponerse y salvar a nadie, excepto aquello que su alfa demandaba como suyo.

La noche se había apoderado rápidamente de todo y el corazón del alfa amenazaba con salirse a medida que avanzaba con cierto desespero.

Sabe que está en el camino correcto cuando el aroma asustado de Gulf llega a sus fosas nasales, y gruñe con una ira creciente al sentirlo así de vulnerable.

El angosto callejón lo lleva directamente a pequeñas villas, sin luces, ni vida. Angostos callejones negros y espeluznantes hacían un laberinto del lugar, nadie jamás estaría a salvo allí. Era un infierno instalado en la tierra, un pedazo de suelo sin dueño de unos lobos sin manada.

La pútrida guarida de puros lobos despreciados por la madre luna, lobos sarnosos y podridos.

Sacó las garras y camino tan deprisa y a ciegas, era oscuridad y desconocimiento frente a sus narices, pero caminaba cegado por sus instintos, jamás fallaron y menos en esa realidad donde tenía algo mucho más importante por encontrar. Ninguna misión en la armada le dio tanta ansiedad como en ese instante, simplemente estaba aterrado de llegar muy tarde, y ni siquiera sabe por qué.

Giro en una esquina para tomar otro callejón más sucio y hediondo, pero justo allí, justo en aquel rincón de la miseria, había chocado contra él; la persona por la que vino buscando desesperadamente.

El omega chilla horrorizado pensando que encontró a otro atacante y fue Mew quien lo toma de los hombros para evitar que caiga.

—No te asustes —susurro protectoramente atrayéndolo a él y a la vez intentado detectar su verdadero estado. De alguna manera sabe que el omega lo reconoce, ya sea por su voz o su olor, pero Gulf sigue sosteniéndose de él, sigue mirándolo bajo la luz de la luna como si fuera su salvador.

Mew lo encuentro con el labio partido, la camisa rasgada salpicado con tierra y sangre, con heridas que sin duda era el más grave que todo omega podría enfrentar, los colmillos de una alfa que intento marcarlo en el hombro, cerca del rincón del cuello, y que gracias a la divinidad no lo logro, un terrorífico golpe en uno de sus bellos pómulos y el miedo reflejado en sus asustados ojos fue el detonante de la ira del alfa, quería asesinar al responsable de aquella barbarie y se decepcionaba de sí mismo por no haber llegado antes.

Mi omega, mi Dios!Where stories live. Discover now