Capítulo 8

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La cita con el oculista le pareció extraña a Harry. No estaba seguro de si se debía a que se estaba acostumbrando a la magia o al hecho de que no recordaba que le hubieran hecho ningún tipo de examen médico en el mundo muggle, pero le parecía increíble que tuvieran que hacerle tantas pruebas sólo en los ojos. Al menos le aliviaba el dolor de cabeza estar sentado en la habitación a oscuras, aunque había hecho una mueca de dolor cuando el oculista le iluminó los ojos con una luz brillante, antes de ponerle a Harry un extraño aparato en la cara y pedirle que leyera las letras de la pantalla. Parecía un poco sorprendido de que Harry fuera capaz de leer la mayoría de ellas de inmediato y de que parecieran más borrosas e ilegibles cuando añadía cosas al artilugio, incluso miró las gafas de Harry antes de volver a comprobar el artilugio.

-Señor Potter, ¿puedo preguntarle por qué tiene estas gafas?-, preguntó el óptico.

-Al parecer, a mi tía, con la que vivía, le dijeron cuando empecé la escuela primaria que necesitaba gafas y me las regaló-, respondió Harry.

-¿Nunca te llevó a hacerte un examen de la vista?-.

-No, creo que me dijo que las había comprado en una tienda de caridad, ¿por qué?-.

-Entonces no creo que te sorprenda saber que no son la graduación adecuada para ti, ni mucho menos. ¿Sufre muchos dolores de cabeza, señor Potter?-.

-Pues sí aunque me han informado de que tengo una serie de problemas que pueden provocarlos-.

-¿Y hay alguna época en la que los dolores de cabeza fueran menores?-.

-Bueno, solían ser un poco mejores cuando me despertaba por las mañanas en mi antiguo dormitorio, ya que estaba oscuro, pero volvían a aparecer después de ponerme las gafas-.

-Ok y el hombre que está contigo hoy, ¿es tu tío?-.

-No, mi padrino-, informó Harry al óptico, utilizando la tapadera que habían acordado durante el desayuno de esta mañana.

El óptico parecía curioso. -¿Hay alguna razón en particular por la que tu padrino esté aquí en lugar de tu tía?-.

-Um, no estoy seguro-, dijo Harry, no queriendo decir algo incorrecto, -será mejor que se lo preguntes a Severus-.

-Sí, eso sería lo mejor. Supongo que estará fuera, en la sala de espera, así que vamos a verle, pero antes me gustaría que te pusieras esto-, dijo el óptico, pasándole a Harry unas gafas con cristales tintados de su escritorio. En realidad no podía ver nada en la oscura habitación hasta que el óptico encendió las luces, momento en el que todo se volvió mucho más claro de lo que recordaba, por no decir mucho menos doloroso. El oculista abrió la puerta y condujo a Harry al exterior, donde Severus les esperaba, con cara de sorpresa al ver las gafas tintadas de Harry.

-¿Es usted el padrino del señor Potter? Hola soy Killian Jones, acabo de realizar la prueba de la vista- dijo el óptico ofreciéndole la mano a Severus.

-Severus Snape, mucho gusto, ¿hay algún problema?-. Preguntó Severus, mirando de nuevo a Harry.

-Me temo que puede haberlo señor Snape. Parece que el señor Potter en realidad no necesitaba gafas en primer lugar y desde luego no unas del nivel de estas-, dijo Killian, sosteniendo las viejas gafas de Harry.

-¿Cuál era el problema entonces, porque definitivamente me costaba ver más sin las gafas?-. preguntó Harry.

-Sugeriría que su médico de cabecera le diera cita en el hospital para ver a un oftalmólogo, ya que ellos tienen más experiencia en el área, pero yo sugeriría que usted sufre de fotosensibilidad de alto nivel, posiblemente a causa de la desnutrición-, respondió Killian, mirando la forma todavía pequeña de Harry.

THE PRICE OF FREEDOMWhere stories live. Discover now