Capítulo 38

1.2K 203 5
                                    

Harry se tropezó con la puerta de Grimmauld Place, aunque, milagrosamente, consiguió no volcar nada ni caerse al suelo. Había disfrutado mucho de su noche de pijamas en casa de Lysander. Al final había sido en parte gracias a Draco. Habían estado debatiendo sobre hechizos y Hermione se negaba a aceptar que no había diferencia entre los imperdonables y cualquier otro hechizo y pensaba que la gente que los utilizaba era malvada. Eso había molestado mucho a Draco, que había disfrutado señalando que tanto Bella como Rodolphus habían utilizado hechizos imperdonables en la búsqueda de Lysander. Hermione había tropezado con su explicación, pero aún así se había mostrado claramente recelosa de ir a la casa a pasar la noche, sobre todo porque estaría sola en una habitación, ya que Pansy había rogado no unirse a ellos, alegando que no estaba preparada para que Lysander la viera en pijama. Hermione la había tachado de ridícula, pero daba igual, Pansy no se quedaría, lo que significaba que Hermione también acabaría yéndose a casa.

Harry adoraba a sus amigos y había sido estupendo despertarse y que todos se alborotaran con él, sobre todo porque Narcissa y Lucius también se habían unido a ellos para desayunar, alegando Lucius que tenía cosas importantes que discutir con Rabastan. Sin embargo, había tenido la sensación de que le faltaba algo y pensó que era justo que fuera a pasar un rato con Sirius, sobre todo porque esa noche había quedado con Severus para cenar.

Harry se sorprendió un poco de que Sirius no le hubiera oído, ya que el hombre solía venir corriendo cada vez que Harry pasaba por allí, aunque Harry había hecho bastante menos ruido que de costumbre. Harry sonrió. Esta podría ser la oportunidad perfecta para recuperar a Sirius. Había habido más de una ocasión en la que Sirius se había colado en la Mansión Potter y le había gastado una broma a Harry, pero éste aún no había conseguido recuperarlo, ya que Sirius siempre le oía llegar. Caminando lo más silenciosamente que pudo, esquivando todas las chirriantes tablas del suelo, Harry se dirigió a la cocina, suponiendo que Sirius estaría desayunando a esas horas, aunque se acercaba la hora de comer, sobre todo porque al parecer la noche anterior había estado de copas con Rabastan.

Sin embargo, mientras bajaba sigilosamente las escaleras, oyó un extraño gruñido procedente de la habitación. Era extraño, pero no del todo inaudito, ya que desde que habían empezado sus regímenes de fitness, Sirius era conocido por dejarse caer de repente y empezar a hacer flexiones o abdominales cuando le apetecía. Pensando que esto podría ser aún mejor que poder gastarle una broma a Sirius mientras comía, Harry tuvo que morderse el labio para no reírse alegremente mientras se apresuraba hacia la cocina y abría la puerta lenta y cuidadosamente. Sin embargo, lo que vio le hizo detenerse y quedarse boquiabierto. Sirius estaba completamente desnudo, tumbado de espaldas sobre la mesa mientras un pelirrojo estaba de pie en el extremo, empujando sus caderas contra el culo de Sirius. Las piernas de Sirius estaban echadas sobre los hombros del otro hombre y, cuando Harry miró, pudo ver claramente la polla del otro hombre desapareciendo dentro de Sirius con cada empujón hacia delante.

Harry tragó saliva. Sabía que no debía mirar, pero no podía apartar los ojos. El pelirrojo era el que gruñía, lo que explicaría por qué a Harry le sonaba raro, pero sin duda era un gruñido de esfuerzo, no de dolor, ya que la expresión de la cara del hombre parecía indicar que estaba disfrutando a tope. Sirius también parecía estar disfrutando, gimiendo en voz baja y sonriéndole al hombre mientras se arqueaba contra él. Harry estaba paralizado. Sabía que no debía espiar un momento tan íntimo, pero no podía evitarlo, nunca había visto nada igual. Nunca había visto al hombre pero había una mirada de cariño que parecía pasar entre ellos a pesar de los movimientos aparentemente animales de la pareja.

El pelirrojo pareció acelerar sus movimientos lo que hizo que Sirius jadeara y gimiera más fuerte. Harry sintió que los pantalones le apretaban, seguido de una aguda punzada de dolor que le habría hecho gritar de no ser porque ya se estaba mordiendo el labio. Al darse cuenta de lo precario de su posición, Harry volvió a subir las escaleras con cuidado y se dirigió a la sala de recepción, la que tenía la puerta abierta, y saltó estrepitosamente al suelo como si acabara de llegar, rodando sobre una mesa y tirando un jarrón. A Harry no le preocupaba, ya lo había tirado más de una vez y Sirius había tenido que repararlo. El hombre lo mantenía allí a propósito, alegando que era un buen sistema de alerta para cuando Harry llegara. Harry se había quejado antes, pero ahora estaba agradecido.

THE PRICE OF FREEDOMWhere stories live. Discover now