Capítulo 49

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Era la primera vez que Harry entraba en Hogsmeade, concretamente en la taberna de las Tres Escobas, y tenía que admitir que estaba muy sorprendido de lo tranquilo que estaba el lugar. Eso podía tener algo que ver con el hecho de que estaban siendo las vacaciones de verano y Harry sólo había ido antes durante el curso, concretamente los fines de semana de Hogsmeade, cuando el local se llenaba hasta la bandera, pero tenía que decir que le resultaba muy extraño ver sólo un puñado de clientes en la barra. No es que se quejara. Severus y él habían recibido mucha atención en las dos últimas semanas, lo cual no era necesariamente malo, sobre todo porque había sido planeado en su mayor parte, y el sentimiento que los rodeaba parecía volverse más positivo a medida que pasaban las historias.

Eso no significaba que Harry no echara un poco de menos los momentos de tranquilidad antes de que se hicieran públicos. Claro que era agradable no tener que andar a escondidas e inventar excusas de por qué estaban en compañía del otro, pero Harry tenía que admitir que, sinceramente, era agotador ser el centro de atención todo el tiempo. Las cosas en Hogwarts habían sido bastante malas a veces, pero al menos entonces había podido relajarse y ser simplemente un niño. Ahora, sin embargo, se le consideraba básicamente un adulto, sobre todo porque ya se había anunciado que ocuparía su puesto en el Wizengamot cuando se inaugurara en septiembre. No ayudaba el hecho de que Harry supiera que Dumbledore y sus compinches estaban muy atentos, observando si alguno de ellos ponía un pie en falso con la esperanza de provocar un escándalo para ellos y para Tom. Sabía que Harry tendría cierta influencia entre el Wizengamot y estaba desesperado por intentar minimizar su influencia todo lo posible.

Harry se preguntó brevemente si la naturaleza paranoica de Severus se le estaba pegando un poco, ya que se preguntaba si el viejo chiflado tenía espías incluso en este lugar tan tranquilo. Por eso le dedicó poco más que una inclinación de cabeza a Madam Rosmerta antes de salir apresuradamente, sólo para decepcionarse cuando las calles del pueblo le ofrecieron poco más refugio que la taberna. Habia esperado tener un poco mas de cobertura cuando estaba buscando casa con Severus, con la esperanza de mantener la residencia que eligieran en secreto el mayor tiempo posible en un intento de mantenerla como un refugio seguro de miradas indiscretas. Desgraciadamente, parecía que la suerte no estaba de su lado hoy y sólo esperaba que Severus pudiera poner algunas protecciones decentes en el lugar para poder relajarse adecuadamente entre sus paredes.

Sabía que probablemente estaba siendo un poco ridículo, Sirius se lo había dicho cuando le había preguntado a Harry qué le molestaba el otro día. Dijo que la edad de Harry y el hecho de que ahora estuviera comprometido significaba que no había nada que Dumbledore pudiera hacer para lastimarlo y el prolongado silencio del hombre era prueba de ello. Por desgracia, Harry no compartía su opinión al respecto, pues creía que un Dumbledore callado era señal de que el hombre estaba tramando algún gran plan nefasto para derrumbar el pequeño y feliz mundo de Harry. Sin embargo, esperaba estar haciendo el ridículo y deseaba que Severus disipara sus temores, consciente de que la prolongada ausencia del hombre probablemente estaba exacerbando las cosas.

Severus había estado fuera, en la conferencia anual de Pocioneros, en Azerbaiyán, durante la última semana y, aunque habían intercambiado lechuzas con bastante regularidad, el tiempo de vuelo dificultaba un poco las cosas, por no mencionar que ambos eran muy conscientes de lo que escribían, preocupados de que pudieran interceptarlos, lo que significaba que su correspondencia había acabado siendo un poco árida. Harry había querido ir con él, pero todo el mundo había dicho que una semana entera alojándose en el mismo hotel que Severus les sentaría mal, con amuleto de castidad o sin él, y por desgracia ni Sirius ni Charlie estaban disponibles para hacer de chaperones. Era el mayor tiempo que llevaban sin verse desde que habían hecho oficial su compromiso y Harry no podía evitar la sensación de que se estaban distanciando en lugar de acercarse, lo que posiblemente era la razón por la que veía monstruos donde no los había. Eso no impidió que sus pies se aceleraran ante la perspectiva de volver a ver a su prometido, con la esperanza de que eso acabara con todos sus temores.

THE PRICE OF FREEDOMWhere stories live. Discover now