Capítulo 13

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Nunca más, pensó Harry mientras se dejaba caer en la cama, recordando la pesadilla de su día, aunque no podía quejarse del cambio de entorno en el que se encontraba.

Todo había empezado cuando Lucius y Draco habían aparecido en su habitación de Privet Drive a primera hora de la mañana y se habían quedado horrorizados por las condiciones en las que lo habían visto vivir. Harry había estado a punto de decirles que aquello era mucho mejor que antes, pero los Malfoys estaban demasiado ocupados despotricando contra Dumbledore y el trato que daba a su supuesto salvador. Harry les explicó por qué estaba atrapado allí, gracias al pabellón de sangre que Dumbledore había puesto en la propiedad para su protección, aunque eso ya no era tan importante ahora que el señor tenebroso había prometido no volver a atacarle. Lucius había aprovechado la ocasión y, tras enterarse de que la señora Figg vivía al final de la calle, se las había arreglado para inventar con Petunia que Harry se había ido a pasar el verano con la hermana de Vernon, diciendo que Marge se había roto el tobillo y necesitaba su ayuda con los perros. Le había costado mil libras, pero Lucius dijo que para él eso era calderilla y que el soborno era más seguro que las amenazas, ya que los Dursley querrían tenerlo contento por si en el futuro podían sacarle más dinero.

Las cosas de Harry habían sido empacadas rápidamente, con la idea de que Harry pudiera pasar el resto del verano con ellos en la Mansión Malfoy, y Harry tuvo que reírse al ver las reacciones de los dos hombres Malfoy ante su ropa nueva. No se había dado cuenta de que los magos no tenían acceso a muchos materiales diferentes cuando se trataba de ropa. Al parecer, debido a las restricciones impuestas por el Ministerio, la importación era complicada y los magos solían limitarse al lino o el algodón y a la lana británica básica, por lo que los nuevos jerseys de cachemira que había comprado les habían abierto los ojos. Sin embargo, a pesar de lo cómico que había resultado en aquel momento, fue esa constatación la que había conducido a lo que Harry denominaba ahora su día infernal.

La idea de que la moda muggle hubiera avanzado tanto en el último siglo era nueva para una familia de sangre pura como los Malfoys, que, como gran parte del resto de la población mágica, tendían a vivir en una feliz ignorancia del resto del mundo. Sin embargo, todo eso cambió aquel día, cuando los Malfoys insistieron en que Harry los llevara de compras al mundo muggle para que pudieran aprender.

Harry había pensado que se había vuelto un poco loco a principios de verano cuando había comprado toda su ropa nueva, pero al parecer eso era una fracción de lo que era posible en una verdadera juerga de compras y Harry ahora estaba resentido con Severus por perdérselo, sobre todo porque tenía la sensación de que el hombre sabía muy bien lo que pasaría antes de que se hubiera ido en su pequeña misión. Sinceramente Harry prefería enfrentarse al señor tenebroso en un mal día que acompañar a los Malfoys en otra salida de compras.

El conocimiento de Harry sobre las compras en Londres era limitado, por decir lo menos, pero sabiendo lo que sabía de los Malfoys, no creía que estuvieran satisfechos con las mega ofertas que había en Surrey. Ese fue su primer error. Se las arregló para encontrar Selfridges pensando que la única tienda podría ser suficiente para satisfacer a la familia aunque, viviendo la vida protegida que tenía, no se había dado cuenta de lo grande que podía ser una tienda. Ese fue su segundo error.

El tercero llegó cuando Lucius empezó a quejarse de que no había conseguido cambiar suficiente dinero a moneda muggle, cuando había ido rápidamente a Gringotts antes de que se dirigieran al mundo muggle, y no sabía si el ajetreado centro de Londres permitiría una aparición fácil, ya que habían llegado demasiado lejos del callejón Diagon como para volver andando. Harry había señalado que los muggles habían diseñado retretes para discapacitados que no sólo eran más grandes, sino que también ofrecían total privacidad en comparación con los comunes, de modo que nadie vería nada si Lucius quería salir rápidamente. Las caras de los tres Malfoy se habían iluminado ante aquella noticia y Harry ni siquiera había intentado disimular su gemido ante la idea de que la familia tuviera acceso a fondos casi ilimitados. A partir de ese momento los monstruos de las compras se desataron de verdad y Harry maldijo su carácter servicial durante el resto del día.

THE PRICE OF FREEDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora