Capítulo 35

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Severus no estaba contento. De hecho, si se sintiera inclinado a decir palabrotas, diría que estaba completamente cabreado. Por suerte, hacía años que había abandonado ese hábito, pues no quería maldecir accidentalmente delante de los niños y ser reprendido por ello, pero tenía muchas ganas de retomarlo. Sólo había tenido un encuentro de esponsales con Harry en Pascua y había sido horrible. El pobre chico había tartamudeado y se había sonrojado todo el rato y prácticamente había salido corriendo del restaurante alegando que le dolía el estómago; posiblemente una indigestión por la forma en que se metía la comida en la boca tan rápido como podía. Fue tan rápido que Severus ni siquiera estaba seguro de que hubiera contado. Harry se había negado a ir la semana siguiente, alegando que se encontraba indispuesto y Severus no estaba dispuesto a forzar las cosas, comprendiendo que el hecho de que supiera que Harry estaba enamorado de él era difícil para el chico, pero le ponía en una situación un poco incómoda.

Sabía que tenía una conferencia sobre pociones al comienzo de las vacaciones de verano que duraría las dos primeras semanas, lo que les pondría en un brete con las cosas y le preocupaba un poco no cumplir con su cuota y, por tanto, romper el acuerdo de esponsales por defecto. Por suerte, el contrato incluía el año a partir del cumpleaños de Harry, así que técnicamente estaban bien para este año, pero no quería perder todo el verano, sobre todo si Harry seguía sintiéndose incómodo y reacio a verle, ya que dificultaría mucho las cosas en el futuro. Había pensado mucho en lo que podrían hacer hoy para cubrirse pero sin poner a Harry en una situación en la que se sintiera presionado, pero el muy cabrón le había dado plantón, y por eso había ido a la mansión Potter y se había encontrado con que Harry no estaba allí.

Al parecer, Harry había conseguido reconciliarse con su padrino en Pascua, probablemente ayudado por Sirius, que le había dicho que no volvería a tener ningún contacto con Severus y se había mudado a Grimmauld Place, pero eso sólo había aumentado la ira de Severus. Si el chico podía perdonar a Sirius, el hombre que había causado todos esos problemas en primer lugar, entonces por qué seguía siendo tan distante con Severus, que no había hecho nada por sí mismo excepto ser el objeto del enamoramiento de Harry, algo contra lo que él no podía hacer nada.

Severus entró furioso en la vieja casa, con la túnica ondeando tras él. Se la había puesto a propósito para causar efecto si Harry iba a comportarse como un niño recalcitrante, él lo trataría como tal. Apenas estaba prestando atención a dónde se dirigía cuando notó el sonido de una música suave. La siguió, pensando que probablemente le conduciría al menos a una de las dos personas de la casa. Sin embargo, cuando llegó a la habitación, se detuvo en seco. Allí, frente a él, estaba Black, agachado con las manos y los pies en el suelo y el culo al aire, haciendo que su cuerpo formara una especie de "V".

El hombre vestía simplemente unos ajustados pantalones negros de ciclista que no dejaban absolutamente nada a la imaginación de Severus. Todo lo que parecía poder ver era una musculatura ágil y nervuda cubierta de una piel ligeramente bronceada y ligeramente espolvoreada de vello oscuro. El culo era lo único que estaba remotamente cubierto, pero el material ceñido a la piel bien podría haber sido una segunda piel y Severus se sintió repentinamente abrumado por el impulso de acercarse y darle un buen mordisco a la jugosa carne. Se sacudió para salir de la neblina de lujuria, reprendiéndose mentalmente por dejarse llevar tanto; hacía demasiado tiempo que no conseguía aliviarse un poco, maldito encanto, sólo estaba agradecido de que su túnica ocultara su reacción tan prominente ante aquella visión. ¡Maldito Black! ¡No podía dejar que Harry pensara que ese hombre era capaz de afectarlo de esa manera o jamás podría reparar su relación con el chico!.

-¡Por el maldito Black ponte algo de maldita ropa y dime dónde está Harry!-. rugió Severus, sintiendo que toda la fuerza de su ira volvía y con más fuerza. Le dio la espalda a la tentación. Maldito Black y su cuerpo sexy y maldita su libido repentinamente presente. Había logrado pasar su adolescencia con poco más que un capricho pasajero de cualquiera y ahora, de repente, le golpeaba como una tonelada de ladrillos y con la peor fuente posible.

THE PRICE OF FREEDOMWhere stories live. Discover now